Rumbos

Rencor, mi viejo rencor

POR LIC. DANIEL A. FERNÁNDEZ

- Psicólogo y autor del libro El origen de tu angustia (Ediciones B). Sabé más sobre vos mismo en www.rumbosdigi­tal.com

Muchas veces, el pasado puede obrar como un ancla que fija nuestra mirada en un tiempo ya vivido, que no puede ser modificado. En ocasiones, los logros y alegrías de ese pasado nos llevan a regodearno­s por demás, impidiendo que planifique­mos nuevos objetivos. ¿Pero de qué puede servirnos vivir admirando el trofeo conseguido años atrás? Evidenteme­nte, sería mucho más productivo que hiciéramos un lugar en la repisa para depositar los trofeos que podremos ganar orientándo­nos al futuro.

Buceando un poco más en este universo de personas que miran sólo para atrás, también hallaremos a quienes, lejos de aferrarse a pasados felices, permanecen anclados en el sufrimient­o de situacione­s antiguas y atados a uno de los sentimient­os más dañinos que existen: el rencor. Una dolorosa emoción que hunde en el malestar a quien la experiment­a.

Como ocurre con las manzanas (cuando una se pudre, las demás se contaminan), lo mismo sucede con nuestra mente cuando no logramos despegarno­s de las emociones nocivas del pasado, cuando no dejamos de evocar consciente­mente nuestros malos recuerdos, cuando rememoramo­s la angustia padecida y reavivamos nuestro rencor una y otra vez.

Si nuestra manzana putrefacta es el daño ya vivido, las emociones tóxicas que emana contaminar­án cualquier nueva posibilida­d de ser felices. No puede haber una mente saludable cuando la mirada esta puesta en el pasado. Dicho pasado sólo debe ser fuente de experienci­a y de aprendizaj­e para no tropezar nuevamente con las mismas piedras. Pero debemos dejarlo ir, pues nuestro equilibrio mental depende de lo que acontezca entre este presente y nuestro futuro. En tal sentido, la vida es un vector que avanza como el tiempo.

Son muchos los que pregonan la importanci­a de vivir en el presente, de poder disfrutar del aquí y ahora. Pero no podemos soslayar que nuestras acciones en el ahora determinar­án, en gran medida, lo que nos pase más adelante. Y si alguien, simplement­e, utiliza su presente para cruzarse de brazos y aguardar confiado que la vida lo conduzca hacia alguna parte, puede que se tope con algo que no es precisamen­te el paraíso de sus sueños.

Dicho de otro modo, es cierto que el presente nos llevará a algún lado. Pero es más oportuno que seamos nosotros quienes manejamos el timón, antes que la vida o el azar. ¿Hacia dónde podemos ir? Hacia donde nos indique nuestro deseo. De allí la importanci­a de ponernos metas, a corto y a largo plazo. Pero, para lograrlo, por supuesto, tendremos primero que deshacerno­s de nuestro viejo rencor.

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