Rumbos

Las dietas son una farsa

La evidencia científica es clara y explica por qué no funcionan a largo plazo. ¿Qué hacer entonces?

- POR VICTOR T. LAURENCENA

Las dietas no funcionan. Parece mentira, pero si son efectivas, ¿por qué existe una industria que gana millones ofreciendo cada año un nuevo régimen que promete, esta vez en serio, dar resultados? La evidencia científica es clara e indica que las dietas suelen tener dos problemas: no ser balanceada­s y no garantizar sus efectos a largo plazo.

Mantener un peso saludable es una batalla que no es igual para todos. “Estudiamos mucho tiempo por qué las dietas fallan y cómo la culpa cae sobre quienes adelgazan y luego vuelven a engordar”, dice Traci Mann, psicóloga de la Universida­d de Minnesota y agrega: “Las personas delgadas creen que lo son por lo que comen, pero la genética juega un papel importante”. Si mantener un peso ideal fuera una carrera, algunos irían con zapatos de plomo y otros en una bicicleta, ya que hay cuerpos que requieren menos calorías para vivir, lo que significa que almacena esas calorías no gastadas en forma de grasa. Además, el cerebro, tallado por millones de años de evolución, es el principal enemigo, ya que frente a una dieta cree que hay una hambruna y lucha por sobrevivir a partir de tres mecanismos que hacen prácticame­nte imposible no volver a engordar.

Uno de los cambios es que el metabolism­o se ralentiza y se empieza a necesitar menos energía para subsistir, por lo que hay que comer incluso menos para seguir adelgazand­o. Además, un cambio neurológic­o hace que la comida parezca más rica y dé mayor satisfacci­ón, ya que se empieza a liberar más dopamina al comer... y la gente que siempre fue delgada no siente eso con tanta intensidad. Y por último, “perdés grasa y baja el nivel de las hormonas que te hacen sentir lleno”, explica Mann. Así que comiendo lo mismo que antes, se sigue con hambre.

Entonces, ¿qué se puede hacer? En principio, consultar con un especialis­ta médico. Luego, saber que hoy no se habla de “dietas” sino de “hábitos saludables” como entrenar, alimentars­e sanamente y dormir lo suficiente. Ya no se trata de llegar esbelto al verano, sino de adoptar un estilo de vida que se pueda mantener no tres meses, sino varios años. Por otro lado, cada uno tiene un rango de peso (un máximo y un mínimo de kilos), con el que su cerebro está contento y aceptarlo puede ser la clave. En ese sentido, Mann propone algo que, en el contexto actual, es revolucion­ario: “Intentar bajar por debajo del mínimo es una locura o una farsa”, ya que es lo que desencaden­a estos cambios en el cuerpo. “Hay que estar en el extremo inferior del rango. Es lo correcto, saludable y fácil”. Claro que hay gente que baja del mínimo y se mantiene allí, pero es una minoría (el 5% de quienes lo intentan) y sólo lo logran dedicando cada segundo a eso. “Pasan toda su vida viviendo como una persona hambrienta, luchando contra la biología y la evolución —concluye—, y eso me parece mal”. •

A LA HORA DE ADELGAZAR, EL CEREBRO, TALLADO POR MILLONES DE AÑOS DE EVOLUCIÓN, ES EL PEOR ENEMIGO.

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