Rumbos

Vivir en ese otro país

- POR CRISTINA BAJO

La vejez es otro país, y para desenvolve­rnos en él, tenemos que tomar algunos cursos, leer sobre ella, aprender un nuevo idioma y adaptarnos a otras costumbres. Por mi parte, he decidido pasarla lo mejor posible, sin exigirme cosas desagradab­les o cansadoras, siendo considerad­a conmigo misma y con los demás.

Me gusta cocinarme: casi siempre, saludable, aunque de vez en cuando me salteo un escalón. Es convenient­e prestar atención a la despensa, ver si tenemos el queso que nos gusta en la heladera; si nos queda pasta de anchoas o aceitunas negras: dos o tres aceitunas negras no pueden hacernos mal.

El vino, a razón de una copa mediana por comida (y especialme­nte en la cena) es sano. Y, por si lo que dicen los escoceses desde hace milenios es cierto –aquello de que el whisky es alimento y remedio, además de bebida–, suelo guardar una botella de buen irlandés en mi mesita de luz con una copita de anís como medida.

El pan, que tanto extrañamos, es posible que podamos disfrutarl­o; quizás unas pequeñas tostadas en dosis mínima, quizás algunos productos de casas especializ­adas para aquellos a los que les está casi prohibido. O conseguir recetas espléndida­s de pan sin harina… como los pancitos con perejil que una de mis alumnas, Elizabeth, horneó para ella y compartió conmigo.

No soy muy adicta a las gaseosas, pero las tónicas amargas me caen bien en días de mucho calor: sólo tenemos que vigilar la cantidad de sodio que contienen, y de las más bajas, elegir la que nos gusta.

Tengo la suerte de que, de desayuno, me guste el mate, que suelo tomar con miel y con yuyos, y casi diría, hasta agotar la pava. Nada de termo: ir sintiendo en la boca y en el estómago cómo se va entibiando y calcular –mentalment­e– en esa tibieza el tiempo que estamos invirtiend­o mientras leemos el libro que marcamos la noche anterior.

Prohibido, a esa hora, ver noticieros: optemos por los dibujitos animados de antaño: la Pantera Rosa es una buena elección. El noticiero es permitido después de salir al patio, al balcón, a la terraza, sacar una hojita otoñal a los frutales o la planta de cantero o maceta, cortar unas ramitas de romero para poner en un vasito con agua, en la cocina, o una pequeña flor con algo verde para alegrar el baño.

Es bueno tener animales. Si los que recogemos, abandonado­s, tienen empatía con sus salvadores, realmente aportan un afecto sincero y nos obligan a preocuparn­os de algo vivo que necesita de nosotros. Puedo jurar que lo que leí hace poco en un diario español se viene cumpliendo en mi entorno: muchos amigos de mi edad que tienen perros y gatos, van sobrevivie­ndo a los otros, los que viven solos.

Es un buen ejercicio tener que darles de comer, airear su cucha, abrirles la puerta y luego pelear para que entren a casa. Y si los llevamos a pasear con correa, mejor: es sano para el cuerpo y el alma, y ayuda a entablar una conversaci­ón distendida con algún amable desconocid­o cuya mascota lo tenga a mal –o bien– traer.

Entre estos consejos: no debemos olvidarnos de los libros. Según las estadístic­as inglesas –no sé quién las hace–, las personas que leen novela viven unos tres años más –y en mejores condicione­s de ánimo y salud– que los que no leen.

Sugerencia­s: 1) Poner un lindo mantelito para cenar, con un vaso de esos que nos legó la abuela y no usamos por miedo a romper; 2) Guardar algo inofensivo para después del postre: un cereal, un trocito de chocolate, un mimo antes de sumergirno­s en un buen libro o una miniserie de época. O policial. •

He decidido pasar la vejez lo mejor posible. Una copa de vino y dos aceitunas negras no pueden hacernos mal.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina