Vivir de nuestro ingenio
Alguna de mis biografías dice que durante un tiempo me dediqué a trabajos insólitos, y a veces la gente me pregunta sobre ellos.
Empiezo con el primer intento: mis hermanos y yo decidimos vender jugo de limón y ramos de peperina a los turistas, pero un vecino le advirtió a mi padre que habíamos puesto, a la veras del camino y bajo un tala, un cartel y un cajón, y él cortó de cuajo un emprendimiento visto en una película norteamericana. Actuaba June Allyson, que llevaba zoquetes, lo cual era un consuelo, ya que mi madre, a pesar de mi altura, me obligaba a usarlos.
Un poco mayor –y todavía en Cabana– me dediqué a escribir cartas para personas que no podían hacerlo por su mano y me pagaban con gallinas, huevos o pan casero. Yo, orgullosamente, colaboraba en casa con estos productos.
Ya casada y en Córdoba, vendí madera misionera –trabajo que me dejó con una vértebra dislocada– y m.s adelante hice, con bastante éxito, tapices infantiles. Me especialicé en familias de búhos sobre telas de un azul muy oscuro, que imitaba la noche. Los tejía con aguja de crochet muy finita e hilo de seda, y los acomodaba sobre una rama o un .rbol. El pap., la mam. y los pichoncitos eran de distintos colores y tamaños.
Por un tiempo vendí libros: descubrí una distribuidora española cerca de mi casa por un amigo de mis hijos que trabajaba allí. A veces me dejaban dar una recorrida, y pasaba una hermosa tarde entre las estanterías de novelas de tapas increíbles, de historia de la brujería, de hadas y duendes. A veces, por amistad con este joven, me los vendían con descuento y yo los revendía a quien me los encargara.
Poco m.s adelante, puse una librería, pero eso fue después de intentar vender vajilla –sin éxito–, productos de belleza hermosamente presentados en madera, vidrio y cer.mica –con bastante suerte– y cocinar para una vecina, cuyo rechazo a ese menester estaba por costarle el matrimonio.
Un día, en el centro, vi una casa que vendía lana virgen hilada a mano, y me puse a tejer unos pulloveres estrafalarios con agujas enormes que terminaba en un día. Eran muy lindos, pero al lavarlos se alargaban terriblemente. Comencé a comprar lanas delicadas y con agujas finas tejí una serie de prendas elegantes, con las cuales tuve trabajo hasta que abrí una casa de ropa Pre-Rafaelista, que diseñaba y muchas veces teñía yo misma.
Cada uno de estos emprendimientos son históricos: terminaron en el mismo momento en que los últimos cinco o seis gobiernos nacionales sufrieron una crisis.
Para finalizar: mis últimas incursiones fueron leer el tarot –con un método inventado por mí– y cuando me regalaron un juego de runas, aprendí sobre ellas y lo incorporé a mis saberes. Mis amigas confiaban en mis presagios y comenzaron a traer a sus amigos. Llegó un momento en que me aterró la fe que tenía la gente en lo que yo decía: nunca engañé, tenía un libro escrito con el significado de cada carta, pero no podía soportar la confianza que ponían en mí.
Por entonces me enfermé y cuando me dieron de alta, mis amigos editaron mi primer libro, y mi vida cambió para siempre. Pero esos años me dieron confianza en mí misma, prefiriendo vivir de mi ingenio, y no dependiendo de otros.
Tambiénleíael tarot con un método inventado por mí, y mis amigas empezaron a confiar en mis presagios.
Sugerencias:
1) Si estamos desconformes con nuestro trabajo, optemos por descubrir qué nos gustaría hacer y si estamos preparados; 2) Sin renunciar al puesto seguro, incursionemos en ese proyecto secreto. Quiz.s, en poco tiempo, podamos independizarnos. •