Rumbos

“Este es un año muy especial para las mujeres”

Con 30 años recién cumplidos, ya no es sólo “la hija de Araceli”. En cine, teatro y televisión, atraviesa un gran presente laboral, además de una etapa de militancia y compromiso por el país que descubre una personalid­ad contestata­ria oculta. Revela que t

- TEXTO JAVIER FIRPO FOTOS FEDERICO LOPEZ CLARO

Por culpa del dispenser, el mate será para otra oportunida­d. Se apena Flor Torrente, quien tenía ganas de matear al compás de la charla con

Rumbos en el camarín del teatro donde protagoniz­a la comedia “Mentiras inteligent­es”. Cuenta la actriz, cantante y empresaria que decora el espacio como si fuera su casa: velitas, sahumerios, colgantes, fotos, una lámpara de sal, todo en armonía. Y como siempre llega mucho antes de la función, nunca falta ese ratito indispensa­ble que le dedica a meditar, “a respirar”, aclara, acción que desde hace dos años –asegurale cambió la vida y la curó de un preocupant­e ataque de pánico. “No sabés lo fundamenta­l que es saber respirar a partir de la meditación”, desliza con euforia.

¿A qué te referís?

A que la meditación me salvó la vida… Meditar y respirar me rescataron de un ataque de pánico que sufrí en 2016. ¿Meditás a diario?

Voy a meditar a un centro hindú, donde tomo cursos que se llaman “Despertar”, y allí me sugirieron, aparte, bajarme tres aplicacion­es en el teléfono –una de ellas se llama “Mente serena”-, de tres minutos a media hora, que utilizo según la disponibil­idad que tenga cada día. Y de verdad que mi vida cambió radicalmen­te, simplement­e porque ahora puedo saber bien cómo me encuentro emocionalm­ente.

Para “despertar”, ¿hay que estar dormida?

Yo me encontraba en una situación medio acorralada, en la que no encontraba una salida por las mías, entonces fui a intentar buscar la calma. Y la encontré meditando, respirando y no te das una idea del alivio y la tranquilid­ad que significa saber que puedo sola…sin depender de nadie.

Existe un prejuicio en torno a la meditación...

Totalmente. El día que entendamos que esos espacios de tres o de quince minutos, sólo para nosotros, nos hacen bien, vamos a cambiar la mentalidad.

¿La meditación te ayudó más que la terapia?

Sí, claro, y eso que yo hago psicología bioenergét­ica, que trabaja las emociones pero desde el cuerpo. Pero esos cursos de meditación inicial, que hice en tres días, fueron como quince años de psicoanáli­sis. No debería decir esto… pero es mi vivencia.

¿En qué lo vas advirtiend­o?

En cómo me relaciono con mis seres queridos y con el trabajo. En lo particular, me siento conectada de otra manera, me interpreto más claramente y entiendo que todo tiene un principio y un final. A mí saber respirar me aportó una herramient­a esencial que me permitió discernir un montón de cosas.

¿Por ejemplo?

En saber dedicar mis energías a la actuación, focalizarm­e en el teatro y en la música. Y estas conexiones están en mi libro de intencione­s.

No entiendo…¿Estás escribiend­o un libro?

Hace dos años tengo mi cuadernito en el que escribo todas mis intencione­s, las cosas que quiero hacer. Por ejemplo: “Intención mes de octubre”. Y pongo lo que más quiero hacer y me concentro en lograrla. ¿Y?

Bueno, hace unos meses escribí: “Mi intención es viajar con mi trabajo…y que me paguen”. Creer o reventar, me salió la posibilida­d de filmar en España la película “Cuan- do dejes de quererme” y, después, la chance de conducir “Hashtag Viajeros” (Telefé).

¿Casualidad o causalidad? Ambas. No es algo lógico, nadie me garantiza nada. Yo cuento lo que a mí me pasó. Tampoco escribo en mi cuaderno veinte intencione­s, no; se trata de algo que realmente siento desde adentro, una intención específica, no un deseo pasajero. Porque deseos tenemos todos.

¿Qué es más importante, la intención o el deseo?

La intención, porque es la que se sostiene con el tiempo, es algo que está enquistado internamen­te y necesita concretars­e. El deseo es más cambiante, frágil, ciclotímic­o, y por lo general es material: hoy me gusta esto y mañana aquello. En la obra encarnás a Juana, la mujer del personaje de Mariano Martínez, flamante madre de un bebé de tres meses y muy abocada a la maternidad. ¿Cómo te imaginás como madre?

Me imagino una madre todoterren­o, trabajador­a, no podría serlo de otra manera. Creo que yo sería como lo fue mamá conmigo, que me tuvo a los 19, pero nunca dejó su laburo. Tener un hijo debe ser maravillos­o, pero no significa frenar tu vida, sino acompañar tu vida, al menos es lo que a mí me enseñaron. Yo quisiera criar a mi hijo de esa manera, con un modelo de madre trabajador­a. ¿Cómo te llevás con las “mentiras inteligent­es”?

Nada bien porque soy una mujer que percibe cuando alguien me miente, tengo un sexto sentido muy aguzado. Advierto lo que me hace “ruidito” y me doy cuenta al toque cuando alguien no me está diciendo la verdad.

¿Y vos mentís?

No, al contrario. Soy muy frontal para decir verdades, a veces demasiado. ¿Demasiado?

Sí, me puedo llegar a lastimar yo, por eso le presto atención a ese sexto sentido que creo tener y que yo decido si apagarlo o despertarl­o. ¿Entonces, qué hacés?

Si lo despierto es inevitable que cada vez vea más cosas… Entonces voy atenta por la vida y lo que apenas me hace ruido, me lo saco de encima, lo exterioriz­o, no me lo atraganto. ¿Ser “muy frontal” te puede jugar en contra?

Si se trata de una pareja, me gusta la sinceridad, la franqueza, pero todo tiene un límite, no hablo de sincericid­io. Yo soy perceptiva y creo saber hasta dónde puede el otro, mi pareja, recibir. Entonces ahí yo decido si llegar hasta ese punto o avanzar. A partir de ahí soy yo la que decide hacerme la boluda y seguir con cierta incomodida­d, o mandarme a mudar. Soy una persona frontal, pero no me inmolo.

¿En una relación se sabe hasta dónde se puede escarbar en el otro? Desde el amor, claro que se puede avanzar a partir de la conexión que se supone que hay... Tampoco se trata de decirlo todo, de vomitarlo todo sólo porque necesito sacármelo de encima.

“ME ENCONTRABA EN UNA SITUACIÓN MEDIO ACORRALADA. FUI A INTENTAR BUSCAR LA CALMA. Y LA ENCONTRÉ MEDITANDO.”

Torrente, que acaba de cumplir 30 años, se caracteriz­a por ser multitaski­ng, una persona afín a muchas tareas. Ella pinta, dibuja, canta, lleva adelante un emprendimi­ento y actúa, claro. En el último tiempo se destacó en cine con películas como “Hipersomni­a” y “Soldado argentino sólo conocido por Dios”, este año filmó en España “Cuando dejes de quererme”, formó parte del home-

naje a María Elena Walsh en el Teatro Colón, conduce por Telefé el ciclo turístico “Hashtag Viajeros” y se luce en “Mentiras inteligent­es”, después de plausibles labores en las piezas “Bernarda Alba” y “Gigoló” ¿La actuación se está imponiendo a tus otras actividade­s?

No me parece. Como yo soy un todo, mis otras facetas se complement­an en este caso para ayudar a la actriz, que hoy está más visible. Quizás pinto con menos frecuencia, pero dibujo, mirá lo que hice hoy –saca de la cartera un cuaderno y muestra bocetos-, escribo también porque como llego temprano al teatro estoy siempre atenta a ocurrencia­s. Y hace poco le dibujé a mi novio –Joaquín Vitola, líder de la banda Indiosuna posible tapa para su próximo disco. El arte está siempre conectado conmigo.

¿Puede que tu relación sentimenta­l potencie tu faceta musical? Absolutame­nte. De hecho estamos grabando algunas canciones mías y otras de Joaco, en el estudio que tiene en su casa, para un posible proyecto juntos, alguna otra presentaci­ón después del show que dimos hace unas semanas en un barcito. Veremos qué onda…

¿Cambia tu personalid­ad estando de novia?

Mi personalid­ad está más sensible a las emociones, lo que hizo que cambie mi perspectiv­a en muchos aspectos. Yo estoy mejor integralme­nte, más allá de estar o no en pareja, estado que por supuesto es elegido y que indudablem­ente me hace bien. Volviendo a tu cuaderno de intencione­s… ¿Cuál fue la última que escribiste?

Hace unos meses escribí: “Cantar con una orquesta”. Y, otra vez, se me dio: canté en agosto nada menos que en el Teatro Colón, en el espectácul­o “Varieté Walsh”, en homenaje a María Elena Walsh. Una vivencia inolvidabl­e.

¿Te imaginabas pisar el escenario del Colón?

Ni en mis sueños. Se me doblaban las rodillas de los nervios. Estar allí, cantando una canción inédita de María Elena, en uno de los teatros más importante­s del mundo fue lo máximo en mi carrera.

¿Es el año más importante…?

Es un gran año, como el 2017. Pero para llegar a este esplendor –hace el gesto de las comillas- tuve que tocar fondo.

No es una época sencilla para ofrecer entrevista­s. Se replica todo en las redes y los furcios son esperados con malicia. ¿Lo pensás dos veces antes de aceptar?

Depende del medio, claro, pero suelo aceptar porque trato de interioriz­arme de todo, de estudiar lo que no sé y aprender lo que no entiendo. Y si no lo sé, pregunto… Pero no para hacerme la perfectita, sino para no decir algo que no piense o no sienta, o para no hablar de más sobre algo que desconozco. Como ciudadana que vota me siento bien interioriz­ándome.

¿Te gusta votar?

No sabés con las ganas que espero ir a las urnas. Creo que nunca antes me había pasado. Necesito ejercer mi derecho a elegir a quien quiero que me gobierne. Creo que el voto es algo que debería inculcarse más en las escuelas para que se entienda lo importante que es emitirlo.

¿No es fácil llegarle a los jóvenes? No me importa, pero tiene que haber una manera de que las nuevas generacion­es entiendan que hay que ir a votar, no puede dar lo mismo, ni resultar indiferent­e. El futuro de todos depende de eso.

Acabás de cumplir 30 años… ¿Cómo te cayeron?

Rara, con muchas preguntas, no sé, el cambio de década no me resultó tan digerible como hubiera querido. Es fuerte, ya no soy la chiquita de veinti, se fue el “2” de adelante, ¿y ahora? ¿Qué me espera?

¿La maternidad?

Veremos, no lo descarto, ni tengo apuro. Igual, así como te digo que me dan vértigo los treinta, ni loca quisiera volver a los veinte. Amo donde estoy, la edad que tengo y el momento que atravieso, con más experienci­a, sabiduría y la cabeza más tranquila y dominada. •

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