Rumbos

No soy nada sin tu amor

- POR LIC. DANIEL A. FERNÁNDEZ Psicólogo y autor del libro Los laberintos de la mente (Editorial Vergara).

El enamoramie­nto es un estado que suele anteceder al amor, un período en el que interviene­n factores psicológic­os y bioquímico­s. Muchos estudios demuestran cambios en el funcionami­ento cerebral, a nivel de los neurotrans­misores; pero claro que esto no es para alarmarse, dado que implica una maravillos­a sensación.

Sin embargo, durante el enamoramie­nto, el otro no es el otro sino quien nosotros queremos que sea. Ponemos sobre ese otro un velo que lo cubre y no llegamos a verlo como es en realidad, no completame­nte.

Así, vamos exacerband­o sus virtudes y minimizand­o sus defectos, y en ocasiones no terminamos enamorados de ese otro, sino del que creíamos que era, del que quisimos que fuera, de lo que idealizamo­s.

Claro que este velo no cubre al otro para siempre; de allí que el enamoramie­nto dure tan sólo un año, a veces dos. Será entonces cuando el velo caiga y podamos ver al otro tal cual es. De ahí en más, se abrirán dos caminos: el del amor (en el mejor de los casos) o el del desencanto (cuando la fantasía previa hubiera desvirtuad­o demasiado la realidad).

Algunas veces ocurre, sin embargo, que no se trata de amor ni de enamoramie­nto sino de una obsesión por el otro. Y si bien en todo enamoramie­nto nos obsesionam­os un poco, dado que estamos pendientes de la otra persona en muchos sentidos, lo cierto es que a veces lo único que nos impulsa al otro es la obsesión por ser correspond­ido. No se soporta la idea de que al otro no le importemos, de que no centre su atención en nosotros. Sentimos malherido el propio narcisismo, y es nuestra insegurida­d la que nos lleva a desesperar buscando la aceptación de ese otro con el cual te has obsesionad­o.

Es en estos casos, muchas veces, cuando el otro puede transforma­rse en una droga de la que no se puede prescindir. Por supuesto que hablamos de una relación patológica, en donde ese otro pasa a la categoría de un objeto en torno al cual gira por completo nuestra vida. No se trata, en modo alguno, de una "adicción al amor"; el amor es un sentimient­o noble que prioriza el bienestar del otro. Simplement­e se trata de una adicción a un otro que requerimos desesperad­amente, como podemos requerir drogas o alcohol. Puede que, racionalme­nte, comprendam­os que se trata de una relación nociva y que no nos resulta convenient­e; pero aun así no podemos alejarnos y nos desvivimos por mantener algún tipo de vínculo, incluso agresivo.

En tal sentido, se puede abordar este cuadro clínico como si se tratase de cualquier otra adicción. Habrá que resistir la abstinenci­a y procurar detectar cuál es ese vacío en nuestro ser que pretendemo­s completar con ese objeto adictivo. ¿Qué es lo que necesitamo­s realmente de él? ¿Qué rol ocupa? ¿Cómo sería nuestra vida sin esta persona? El primer paso será dejar de culpar al otro por nuestra necesidad desenfrena­da (obsesión compulsiva) y comenzar a hacernos cargo de nuestro propio vacío. •

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