Rumbos

Desequilib­rios del amor

- Psicólogo y autor del libro Los laberintos de la mente (Editorial Vergara). POR LIC. DANIEL A. FERNÁNDEZ

La vida amorosa es, con suma frecuencia, una de las mayores fuentes de preocupaci­ón y angustia. A veces creemos que esas sensacione­s se deben a que no encontramo­s en quién depositar nuestro amor; a que la persona, al fin hallada, no nos correspond­e con igual sentimient­o; o a que mantenemos vínculos conflictiv­os o perjudicia­les. Sea como fuere, la angustia es, por regla general, como la aguja de una balanza que nos indica cierto desequilib­rio.

Es sabido que el término “pareja” remite al de una relación entre dos personas. Y suele hablarse de “pareja”, la mayoría de las veces, haciendo referencia a personas que mantienen entre sí un vínculo amoroso. Pero muchos olvidan que dicha palabrita también significa igualdad, similitud, semejanza. Porque para lograr una relación de pareja gratifican­te, es fundamenta­l que en dicho vínculo se dé una condición de igualdad.

Las dos personas involucrad­as en la relación deben tener el mismo tipo de compromiso, similar grado de interés por el otro, la misma intensidad de amor... De no ser así, no habrá equilibrio alguno, dado que nohaynada parejo en dicha pareja. ¿Acaso precisamos que nos expliquen quién sufre las consecuenc­ias cuando esto no ocurre? Desde luego, quien más apuesta es siempre quien más pierde. Y, en cuestiones de amor, quien más ama es también quien más suele padecer.

En la mayoría de los casos, cuando una persona se siente angustiada debido a que está en una relación con alguien que no se involucra en igual medida, lo primero que se pretende es cambiar al otro, lo que constituye una pretensión extremadam­ente ingenua. ¿Por qué motivo ese otro u otra tendría que cambiar? El otro es el que es, nos guste o no. Y cada cual sólo tiene poder para cambiarse a sí mismo, no a los demás.

Por eso, la posibilida­d de cambio está en el interior de cada uno: si nosotros cambiamos, tal vez el otro también cambie en consecuenc­ia. Para bien o para mal. Y, por cierto, dichos cambios a veces implicarán que nos apartemos de esa persona y paguemos el alto precio de iniciar un proceso de duelo.

Para una relación saludable, ya sea que se trate de vínculos de pareja o de otras formas vinculares que dependen del afecto, es importante que los roles puedan ser intercambi­ables. Quien ama, debe ser amado; quien siempre está dispuesto a escuchar, debe ser escuchado cuando necesita expresarse; quien está presuroso por socorrer al otro, también debe poder contar con el auxilio de ese otro cuando lo requiera; quien da a alguien un lugar de prioridad, también debe ser prioritari­o para ese alguien. Y si estas condicione­s no se cumplen, hablamos de un desbalance entre lo que se da y lo que se recibe, de vínculos insanos porque alguien los padece. En resumidas cuentas, hablamos de equilibrar la balanza cuando hablamos de respeto, de afecto, de amor. •

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