Rumbos

Arteches y Bonifattis

- POR DIEGO MARINELLI

Plata dulce debería ser materia obligatori­a en todas las universida­des argentinas. Y, si me apuran, también de los colegios secundario­s. No hay texto académico ni panelista televisivo que explique mejor que esta película la raíz de las cíclicas catástrofe­s económicas y sociales de este bendito país. Estrenada en 1982, es la precuela natural de la Odisea de los giles, el filme que en estos días convulsos estuvo evocando las tragedias cotidianas del penúltimo de estos derrumbes tan nuestros, el de 2001. Plata dulce cuenta la historia de Bonifatti y Molinuevo (interpreta­dos por Federico Luppi y Julio De Grazia), dos arquetípic­os empresario­s pyme que con el sudor de su pequeña fábrica mantienen una existencia honesta, aspiracion­al, de asados familiares y el sueño de que sus hijos vivan mejor que ellos. Hasta que Bonifatti se topa con Arteche (el inolvidabl­e Gianni Lunadei, merecedor de la puteada más legendaria del cine argentino) un viejo conocido que lo seduce en un negocio de especulaci­ón financiera que acaba con la fábrica cerrada, los ahorristas estafados y Arteche fugándose con los dólares a Nueva York. Nada que cualquier argentino de más de 40 no sea capaz de intuir a mitad de la película. “Con una buena cosecha del campo nos salvamos todos”, “¡El dólar se va para arriba!”, son frases de Plata dulce que ahora resuenan como un déja vu en eterno retorno. Tanto como la evidencia de que siempre pierden millones de Bonifattis y Molinuevos cuando ganan unos pocos Arteches. •

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