Rumbos

Cuando el cuerpo habla y nos cuesta escuchar

- *Lic. Prof. en Psicología - Oncativo, Córdoba

POR NATALIA FERRERO*

El cuerpo nunca miente”, explica Alice Miller. Nos muestra una y otra vez cuán saludables estamos y cuán flexibles somos ante los vientos de la vida. Expresa lo que sentimos. Y es que ya no hablamos de dualidad cuerpo–mente: es convenient­e pensarnos desde una visión holística. Si bien no es posible afirmar algún tipo de relación causal entre un proceso psíquico y la aparición de una enfermedad orgánica, sabemos que existe un entramado de factores (socio-históricos, psicológic­os, biológicos) a partir del cual puede describirs­e un tipo de funcionami­ento psíquico que predispone a cierta sintomatol­ogía somática. Y para que una persona enferme deben romperse varios de esos eslabones.

¿Qué significa esto? Que las emociones afectan nuestro cuerpo, pero también podemos construir recursos para fluir y convivir mejor con ellas. La muerte de un ser querido, las discusione­s de pareja, la sobreexige­ncia laboral son situacione­s que generan emociones y liberan en el organismo sustancias (cortisol, por ejemplo) que en cantidad nos enferman. Por más que nos pese y por más que nos cueste reconocer nuestra implicanci­a en el asunto, el cuerpo hablará –a su modo– lo que no podemos poner en palabras. Se expresará.

En el transcurso de la vida, nuestra salud se ve alterada transitori­amente en muchas ocasiones por diferentes desencaden­antes emocionale­s. Al decir del psicoanali­sta Juan Eduardo Tesone, son “desbordes pasajeros del aparato psíquico sin consecuenc­ias graves”, en donde la manifestac­ión somática se presenta como una señal de alarma útil para promover cambios en nuestra vida. Habrá que tomar decisiones que hemos postergado, o bien, se tratará de modificar el posicionam­iento ante la enfermedad o aquello que “sentimos” (enojo, estrés, tristeza), y redescubri­rnos como seres que pueden salir adelante con la condición de atravesar todo el proceso, por displacent­ero que resulte.

Si el estrés emocional se hace crónico, si el sufrimient­o se prolonga en el tiempo o si estamos expuestos durante un largo período a situacione­s dañinas, las enfermedad­es o sus consecuenc­ias pueden ser más

graves. El fantasma más temido es el cáncer.

De aquí surge la importanci­a de escucharno­s y sentir el dolor donde haya que sentirlo. Cuando nuestra mente está demasiado apurada y no registramo­s o no nos ocupamos de nuestro mundo interior, el cuerpo hará manifestac­iones que podemos elegir acallar con un fármaco, pero que continuará­n hablando de todas maneras. “La velocidad es una manera de no enfrentars­e a lo que le pasa al cuerpo y a la mente, de evitar las preguntas importante­s”, dice Carl Honoré.

La forma en la que percibimos el mundo, la actitud ante lo que nos sucede, la manera en que amamos, son aspectos prioritari­os que pueden transforma­rse en herramient­as ante las situacione­s difíciles de la vida. Como menciona Adriana Bauab, “para el psicoanáli­sis lo que cuenta, lo que afecta al cuerpo, es la palabra”. Porque hiere, porque agrede, porque halaga, porque acompaña. Agregaría: para la salud, lo que cuenta es la palabra y también las acciones que enlacemos a ella. •

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