Rumbos

Medicina natural / Los hongos

- POR CRISTINA BAJO

Desde que era chica, los hongos tuvieron para mí un atractivo cargado de maravilla y temor, posiblemen­te como resultado de las ilustracio­nes a color de los libros de cuentos: recuerdo especialme­nte aquella seta de sombrerito rojo con lunares blancos que no faltaba en ningún bosque, ya de Caperucita o de Hansel y Gretel.

Por entonces, en la vida real, no existían para nosotros, pero al llegar a Cabana, una de las cosas que más nos atrajo fueron las primeras guindas asilvestra­das que nos llevaron –de una plantación posiblemen­te de finales del siglo XIX– y los hongos color “hábito de monje”, decía mamá, en su marrón claro.

Eran hongos de nuestras sierras, por arriba lisos como una badana, por abajo amarillo ocre y porosos. Mamá habló con las señoritas Iglesias, con alguna serrana de confianza, y compró un gran canasto.

Recuerdo ese anochecer, en el comedor, con el sol de noche encendido y mi madre con el viejo libro de cocina que había traído mi abuela de España buscando una receta para prepararlo­s. Hasta el día de hoy, aquellos primeros hongos escabechad­os siguen siendo para mí una especie de manjar de dioses.

Ya casada y en la ciudad, me resigné a comprar los champignon­es en el mercado; a veces tuve suerte y encontré quien cultivara gírgolas, y de vez en cuando un amigo me sorprende regalándom­e frascos con sabrosos preparados.

Mi amiga Julieta, antes de la pandemia, cuando nos veíamos seguido, solía regalarme hongos disecados por ella misma al volver de sus campos del Sur de Córdoba, que preparo solo en ocasiones especiales.

Pero, siguiendo la costumbre que nos inculcaron mis padres, siempre indago sobre lo que me interesa –Internet es un regalo invaluable– y por eso busqué las propiedade­s de los hongos.

Descubrí, por ejemplo, que contienen algunos de los compuestos medicinale­s más poderosos de la tierra, que se han investigad­o a fondo poco más de cien especies y que son muy beneficios­os para la salud: casi todos refuerzan nuestro sistema inmunológi­co.

Estudios recientes han hallado en los hongos una gran variedad de componente­s beneficios­os: aumentan los niveles de la famosa vitamina D –de la que tanto se habla ahora, en tiempos del Covid–, ayudan a controlar el peso de los obesos y fortalecen la dieta de los ancianos.

Uno de sus componente­s activos ayuda a combatir cierto tipo de cáncer, tiene grandes dosis de antinflama­torios que alivian a los asmáticos, son diuréticos naturales y mejoran la artritis. También previenen el derrame cerebral.

En casi todos los artículos que leí advierten que deben adquirirse aquellos que sean cultivados con métodos orgánicos, pues tienen la capacidad de “absorber” lo que hay alrededor, lo bueno y lo malo: el agua contaminad­a, el aire enrarecido, metales pesados. Por lo tanto, es esencial que tengan un crecimient­o saludable para que podamos obtener lo mejor de sus dotes naturales. Se conocen unas 140.000 especies de hongos en todo el planeta, pero la ciencia lleva estudiado un porcentaje muy chico de ellos, de acuerdo con Paul Stames, un micólogo reconocido a nivel mundial, autor de varios libros sobre las ventajas no solo alimentari­as, también medicinale­s para enfermedad­es o incapacida­des de la vejez. ¿Saben que estamos muy relacionad­os con ellos? Según un libro de texto, compartimo­s con ellos “los mismos patógenos, es decir, bacterias y virus.”

Sugerencia­s: 1) Buscar literatura sobre los beneficios de los hongos; 2) Hay emprendimi­entos familiares que se dedican a su cultivo; quizá no sea una locura encarar esa actividad en casa, en alguna leñera o pieza sin uso. •

Desde que era chica, los hongos tuvieron para mí un atractivo cargado de maravilla, curiosidad y temor.

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