La confianza del banquero
Federico Sturzenegger exhibe un confiado optimismo en sus presentaciones. La base de todo es su creencia –al menos parece profesarla– de que el Banco Central argentino es efectivamente autónomo y que su rol principal es la contención de la inflación en un marco de tipo de cambio flotante.
“¿No está atrasado el dólar?”, le preguntan. Y falta poco para que Sturzenegger confiese: “Eso ni siquiera me importa”. Su razonamiento: el mercado define el nivel del dólar. Si a muchos le pareciera que está muy barato, pues entonces irían a comprarlo y dejaría de estar barato.
“Hay dolarización de activos y fuga de capitales. ¿No teme que se llegue a una situación similar a la de 2001?”, le pregunta alguien más. Y Sturzenegger responde: eso podría suceder si hubiera un tipo de cambio fijo de hecho, como el que quería mantener el anterior gobierno (o legal, como el de la convertibilidad), pero este no es el caso hoy. Si alguien compra un dólar, es porque alguien le está comprando sus pesos. No hay una dolarización contra el Banco Central. De hecho, no hay fuga de capitales; hay ingreso de capitales, dice el presidente del BCRA.
“Si no baja el déficit fiscal, ¿es viable frenar la inflación?”, pregunta otro. Y Sturzenegger dice que sí, porque está acordado que el BCRA sólo va a transferirle al Tesoro una limitada cantidad de pesos. El Ministerio de Economía ya sabrá arreglárselas por su cuenta si gasta de más, le falta decir.
Hace varias décadas que en Argentina no se encuentra un banquero central que trasunte al hablar esa confianza en su propia independencia. Ya se verá si el poder político y la Argentina corporativa son capaces de convivir con él. La permanencia de Sturzenegger al frente del BCRA ya está en vías de constituirse de por sí en un indicador económico. El día que no le notemos la confianza, sabremos que hay problemas.