La Voz del Interior

Estamos hechos de historias...

- Agustina Boldrini

En Las historias maravillos­as siempre aparecen seres de La nada para resolverlo todo.

H oy vamos a hablar de la expresión latina

deus ex machina (dios desde la máquina). ¿La han escuchado alguna vez?

En el ámbito de las letras o de los filmes, esta expresión se usa para hacer alusión a un desenlace que no se deduce de manera lógica de la trama, sino en el cual entra en acción un personaje del que no tuvimos noticias a lo largo de todo el relato, o bien se conoce un dato en el último tramo, que resuelve todo.

En la Antigua Grecia, entre el 500 a. C. y el 220 a. C., floreció la cultura teatral. Un recurso de las obras de aquel momento era hacer aparecer a una deidad por medio de poleas, para que pusiera punto final al problema que los personajes humanos no podían resolver. Precisamen­te fue este artilugio el que, en latín, recibió el nombre deus ex machina.

Este recurso venía de la mano de una creencia que sostenía la existencia de los griegos. Ellos fundamenta­ron los orígenes de la humanidad y de los fenómenos naturales por medio de la mitología, que es un conjunto de relatos protagoniz­ados por personajes de carácter divino.

Estos dioses habitaban el monte Olimpo, que es la montaña más alta de Grecia, y estaban bajo la dirigencia del “rey de los dioses”, Zeus (dios del cielo y del trueno).

Las deidades tenían poderes sobrenatur­ales, principalm­ente la inmortalid­ad y la eterna juventud, pero sus cuerpos eran antropomor­fos (esto es, con apariencia humana).

Todos estos relatos ejercieron una gran influencia en la cultura, el arte y la literatura griegas. En este contexto, la técnica de hacer aparecer una deidad para que re- solviera conflictos tenía sentido. Sin embargo, el recurso deus ex

machina se trasladó en el tiempo a otros relatos. Por ejemplo, en el clásico Caperucita Roja, el lobo se come a la abuela, pero, como si fuera un milagro, aparece el cazador –de quien no sabíamos nada en todo el cuento–, mata a la bestia, rescata a la señora y todos viven felices para siempre.

Lo curioso es que, a pesar de todos los años que nos separan de la Antigua Grecia, los hombres, en cierto punto, seguimos sumergiénd­onos en historias maravillos­as que se resuelven por seres que aparecen mágicament­e. Quizá sea hora de creer lo que dijo alguna vez Eduardo Galeano: “Los científico­s dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”.

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