Compradores compulsivos, en su salsa
Las callecitas de Miami tienen ese qué se yo. Bajás por Lincoln Road, la peatonal, o recorrés un
outlet y, de pronto, te sentís en tu casa. Cultores del cordobés básico, porteños que a la distancia se notan más porteños, mendocinos, de todo…
Las tonadas de habitantes del extremo sur de América se mezclan bulliciosas con las de colombianos, mejicanos, centroamericanos varios, de visita o aposentados, legales o ilegales.
Esto convierte a la ciudad de la Florida en una urbe multicultural, pero la redefine desde el consumo.
Las diferencias de precios con los países de origen se notan a la primera vidriera, aun cuando South Beach no esté entre los lugares más baratos de la región.
Recorrer los outlets, como el de Sawgrass –a unos 40 minutos del centro de Miami–, o el Dolphin Malls, se convierte en una experiencia que atrapa aun a los menos consumistas.
La existencia de tiendas con descuentos permanentes obvia la necesidad de visitarlos en épocas de liquidación por fin de temporada.
Aun así, la palabra clearance se convierte en clave: significa “liquidación”.
Y esto sí tiene que ver con prendas que en el Norte, se supone, salieron de línea, pero que en el Hemisferio Sur calzan como un guante de seda. En esas góndolas, aparecen rebajas que llegan hasta el 70 por ciento.
La política de precios bajos se basa, en general, sobre una estrategia de favorecer la compra del segundo producto a partir de una rebaja sustancial, lo cual hace que los bolsos se llenen rápido.
Además, resulta irresistible, a poco de andar, comprar allí mismo valijas adicionales, tanto para aprovechar la oferta en equipajes cuanto para llevar, de manera más cómoda, bolsas y más bolsas.
El único cuidado es no excederse de peso para el viaje de regreso.