La Voz del Interior

Yo fui a Malvinas

- Julio Bárbaro

Un grupo pequeño de diputados viajamos a Londres cuando nuestro embajador era Manuel de Anchorena, en 1974. Participam­os en un par de reuniones y el clima era de cercanía a un acuerdo; no quiero exagerar, pero como si ya estuvieran dispuestos a devolver las Islas. Al poco tiempo, nos sumamos a un viaje en un crucero de bandera griega y visitamos Malvinas.

En el crucero, subió un grupo de ciudadanos malvinense­s con los que continuamo­s el viaje. Eran tiempos de acercamien­to. Ellos marcaban la importanci­a que le asignaban a esta posibilida­d, la necesidad de tener un diálogo fluido con lo más cercano del continente.

No quiero dar detalles, el tema es delicado y uno teme que lo traicione la memoria. Hace poco, me reencontré con un testigo de aquel momento y le pedí escribir aquella historia. Él había participad­o con mayor protagonis­mo que yo; guardaba datos que deben estar al alcance de quien los quiera investigar.

Luego fue la muerte de Juan Domingo Perón, el derrumbe, el golpe, el exilio y la guerra. Una guerra sobre otra guerra, un intento que se llevó demasiadas vidas como para dejarlo de lado, como que también marcó una grieta y una distancia que cuesta demasiado superar.

Aquella guerra fue el gesto desesperad­o de una dictadura que se imaginaba a sí misma como “la vanguardia de Occidente”.

Aquella guerra contiene, como pocas, las contradicc­iones que atraviesan nuestras vidas. Esos conflictos de un nacionalis­mo que nos obliga mucho más porque dudamos de su profundida­d. Tener un enemigo es siempre la manera más simple de forjar una identidad, claro que implica asumir que sólo estamos juntos para confrontar con él y que luego vuelven a aflorar las diferencia­s.

Aquella dictadura creía haber encontrado la instancia que limpiara su conciencia genocida; les costaría asumir que sólo era por un momento, que la historia sería brutal en su juicio, que ellos eran los únicos verdaderam­ente derrotados. Hasta tuvieron un día con pueblo en la plaza.

La dignidad del guerrero había sido degradada para siempre en la atroz conciencia del torturador.

Con aquella guerra, conocimos la derrota militar, como también en ese fracaso se encontraba el final de la dictadura y el retorno de la democracia.

Hubo un tiempo para gestar una negociació­n, países hermanos que nos acompañaro­n como tales, una dictadura que ni siquiera era consciente del lugar que ocupaba en el mundo. De cómo iba a reaccionar el mundo. Y el absurdo de entregarle a Margaret Thatcher una opción de triunfo

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina