La Voz del Interior

Redes sociales y tragedias privadas

- Juan Carlos Carranza Editor adjunto de Ciudadanos

NI LAS FAMILIAS NI LOS ORGANISMOS QUE DEBEN CONTROLAR LOGRAN DECODIFICA­R LO QUE LAS REDES SOCIALES IMPLICAN EN MANOS ADOLESCENT­ES.

Las fiestas privadas, que dejan afuera cualquier tipo de control público en eventos que suelen ser masivos, son un desafío infranquea­ble para el poder de policía de los municipios. También para la Policía, que para intervenir en un domicilio particular necesita una orden de allanamien­to. Estos eventos se multiplica­n en todo el territorio provincial y convocan en especial a los menores que no pueden ingresar a locales de espectácul­os.

Lo que circula por las redes sociales también es ajeno a cualquier tipo de control: los contenidos son libres, la circulació­n suele ser ilimitada y la velocidad de reproducci­ón es altísima, en especial si se trata de jóvenes que consideran los teléfonos como una prolongaci­ón de su cuerpo.

Ambos fenómenos, en manos de adolescent­es, abren la puerta a situacione­s imprevista­s e inmanejabl­es. En diciembre pasado, fue noticia mundial un caso ocurrido en Holanda: una joven convocó por Facebook a su fiesta de 16 años y concurrier­on cuatro mil “invitados”; la vivienda sufrió daños y hubo más de 30 heridos.

El sábado pasado, en una casa de Villa Allende, los invitados eran 100 y concurrier­on 600 chicos luego de que la convocator­ia se coló por WhatsApp. Una circunstan­cia muy desgraciad­a terminó con la muerte del padre de la chica que festejaba sus 13 años, en medio de esa situación totalmente descontrol­ada. Las dimensione­s de esa tragedia conmoviero­n ayer al país, y a ese episodio dedicamos hoy el Primer Plano.

Todo es inquietud ante estos fenómenos que las familias, las institucio­nes y los organismos encargados de controlar aún no logran siquiera decodifica­r. Y que, sin embargo, atraviesan por completo la vida y las relaciones de los más jóvenes, sin distincion­es de clases sociales ni de áreas geográfica­s.

El riesgo, una vez más, está a la vista. Lo que debería venir ahora es la reflexión adulta y educativa, porque las redes sociales no tienen límite. Los que deben limitarse son quienes las usan.

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