La Voz del Interior

Sobre los varones y la culpa

- Edgardo Litvinoff

S í, es cierto: crecí en un hogar donde sólo la mujer era la que cocinaba, la que lavaba, la que limpiaba. Los roles estaban bien definidos. Mis padres venían, a su vez, de familias que habían tallado ese paradigma tal como lo hicieron sus antecesore­s, y así sucesivame­nte.

Viví en una sociedad patriarcal que relegaba y sigue relegando a las mujeres en puestos de decisión, en la política, en el mundo laboral. Leí desde siempre las secciones policiales de los diarios y vi noticieros que se cansaban de hablar de “crímenes pasionales” y de tender un manto de sospecha sobre las conductas licenciosa­s de la víctima, casi siempre mujer.

Me rodeé de compañeros que se divertían como locos haciendo chistes de putos, de minitas, de trolas, de judíos y de negros.

Décadas después observo la poderosa marcha de #NiUnaMenos que recorre el país entero, y me pregunto qué mecanismos me quedaron de esa infancia, de esa adolescenc­ia.

Escucho estos días algunas consignas y comprendo que aún me queda mucho por hacer, pero leo otras y pienso que no, que no tengo por qué sentirme culpable.

Aprendizaj­e

Cambié pañales, cociné, hice compras, llevé y traje, limpié, me cuidé siempre de decir palabras que ofendieran por condición de género o de cualquier grupo, suprimí de mi lenguaje expresione­s como “mariquita” o “debe andar con la regla”, y jamás cuento ni apruebo chistes discrimina­torios –salvo aquellos en los que hablo de mí mismo.

Insisto en esta conducta desde que tengo memoria, de lo más nimio a lo más serio. Vaya a saber por qué extraños mecanismos educativos o congénitos, intento no reproducir la visión del mundo en la que crecí. Percibí hace mucho tiempo que algo andaba mal con los “crímenes pasionales” y actué en consecuenc­ia, desde mis posibilida­des.

Creo en la lucha del feminismo y en la realidad que diagnostic­a. Tengo diferencia­s de estrategia, pero no de fondo. Intento ser con- secuente con esas ideas cuando estoy con mis amigos, con mis hijos o en el trabajo.

¿Es eso suficiente? Bueno, esa es otra historia. Si tuviera que hacerme cargo de algo, sería de la respuesta a esa pregunta.

No es suficiente porque esta lucha es tan individual como colectiva, porque indefectib­lemente a veces piso el palito, porque no repruebo con énfasis ciertas actitudes machistas o porque guardo silencio ante otro tipo de maltratos. O porque sigo indagándom­e sobre la naturaleza de la masculinid­ad en estos tiempos en que resulta un parto acomodarla.

Pero de todo lo demás no me siento culpable. No me siento interpelad­o por ciertas consignas que se dirigen “a los hombres” en general. Al contrario: me siento afín a todas las demás. Comparto la necesidad de cambiar los parámetros de esta sociedad, que maltrata y mata a sus mujeres en contextos de relaciones sórdidas de poder. No sería parte de movimiento­s como #NadieMenos, que desvían el eje.

Quiero sumar desde lo que soy, aunque no milite en las redes. Y no me gusta recibir dardos culposos dirigidos a un blanco que no me representa.

Somos muchos los que podemos ayudar desde lo que somos, sin sentirnos culpables de lo que no somos.

Se puede Sumar deSde lo que SomoS, Sin hacer militancia en laS redeS.

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