La Voz del Interior

La historia repetida

- Enrique Orschanski*

Comienza papá explicando cuánto me deseaban y esperaron; enseguida se suma mamá detallando cómo “llegué a sus vidas” (frase que sólo usan las madres). Invariable­mente terminan hablando juntos, con una larga lista de anécdotas sobre mis primeros años.

¿Cómo lo consiguen? Siempre terminan contando la misma historia, usando iguales palabras, nombres y lugares. Y en cada final se emocionan como si fuera la primera vez.

¿Cómo repiten una y mil veces lo mismo, mientras yo los miro embobada como si nunca lo hubiera escuchado?

Como mis recuerdos comienzan después de los 3 años, esa memoria es una creación nacida de lo que escuché de ustedes, de lo que comentó cada pariente y, claro, de las fotos, que confirman la historia en papel.

Sé que me abrazaban y me cantaban; que paseábamos por el barrio y los tíos se peleaban por jugar conmigo, y que todos me mimaban. (Otra frase típica de madre es que “había mucho amor para mí”).

Después llegaron los mellis y las cosas cambiaron. Ustedes –como hicieron conmigo– empezaron a construir la historia de ellos. De cómo los buscaron, del tiempo que se hicieron esperar y de cómo finalmente nacieron. Lo que repetían ahora no era lo mío.

Enseguida entendí que debía adaptarme; tenía 7 años y, a pesar de los celos, había que hacer lugar para ellos. (Si supieran qué difícil es competir contra dos varones bonitos, simpáticos y que encima nacen juntos).

Pasaron los años y sin darme cuenta fui sumando mis propios relatos para completar sus historias. De cuánto tiempo tomaron el pecho y de cómo peleaban; si lloraban con las vacunas o a qué edad tuvieron dientes. Y de las heridas que traían del colegio.

De algunas creo que me acuerdo mejor que ustedes.

Por supuesto, mis recuerdos no coincidían con los de papá, siempre tan imaginativ­o para recordar “las travesuras”. O con los de mamá, tan malcriador­a de “sus muchachos”.

La memoria de los padres es poco confiable; la verdad sobre la infancia de los hijos necesita otros testimonio­s. Día de la Madre. El domingo visitamos a la abuela; hace un año vive en un geriátrico.

El encuentro fue triste, porque la vimos más viejita, cansada y olvidadiza. Sin embargo al final del día terminamos riendo, cuando ella volvió a decir “Qué blanquita les salió esta”, acariciánd­ome el brazo.

Pobre nona, por la enfermedad no se acuerda de mi nombre. Y dice lo que se le ocurre, sin pensar. Es graciosa.

Cuando nos despedíamo­s, dijo de pronto: “Gracias por la visita, señores, vuelvan cuando quieran”. Los tres nos miramos sin saber qué hacer. Pensamos volver a explicarle que éramos su familia, que la queremos, pero no; igual se iba a olvidar.

Volvimos a casa y papá manejó más lento que de costumbre. En el camino, y esta vez de sorpresa, ustedes comenzaron a recordar mi historia. No la de los mellis, la mía. Esta vez sonaba distinto, y me pregunté por qué me daban ganas de llorar.

Quizá por ver así a la abuela, o porque era el Día de la Madre, o simplement­e por la melancolía de los domingos a la tarde. Por lo que fuera, me emocioné.

Parecía que querían recordarme cada detalle; que supiera –una vez más– cómo me buscaron y criaron, y que no dudara de lo que sienten por mí.

Si supieran que desde hace mucho no necesito que lo repitan. Ni que me miren con piedad cuando alguien dice sin pensar que los mellis son parecidos a ustedes. O que la nona repita que soy muy “clarita”, comparada con mis hermanos.

Ya es hora de que aflojen y disfruten de la familia que formamos.

No tengo dudas: de todas las que podían adoptarme, yo siempre hubiera elegido esta.

COMO MIS RECUERDOS COMIENZAN DESPUéS DE LOS 3 AñOS, ESA MEMORIA ES UNA CREACIóN NACIDA DE LO QUE ESCUCHé DE USTEDES, DE LO QUE COMENTó CADA PARIENTE... SIEMPRE TERMINAN CONTANDO LA MISMA HISTORIA, USANDO IGUALES PALABRAS, NOMBRES Y LUGARES. Y EN CADA FINAL SE EMOCIONAN COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina