La Voz del Interior

Todo se corrió hacia el centro

Edgardo Moreno

- Edgardo Moreno emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

Tres candidatos esperaban hace un año el juicio de las urnas. Con matices, los tres proponían el regreso del país a la moderación política. Mauricio Macri, Daniel Scioli y Sergio Massa coincidían en el intento de ocupar el centro político.

Desde entonces, la exigencia de una política menos confrontat­iva y más orientada a la cooperació­n de largo plazo parece haberse acentuado. Los liderazgos emergentes comparten ese perfil.

A la gobernador­a de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, sus opositores la descalific­an con la ironía del Hada Buena. Pero encabeza cómodament­e las encuestas. Según parece, los mismos votantes que la sumarían con confianza a un grupo familiar de WhatsApp, se negarían a comprarle un auto usado a los barones del conurbano que la critican.

Hasta la expresiden­ta Cristina Fernández busca acercarse a la idea de una construcci­ón ciudadana más amplia y moderada que su núcleo duro de seguidores. Envió señales de diálogo a Sergio Massa. Pero le juega en contra el enorme fracaso estratégic­o en el que incurrió a la salida de su gobierno.

Su convocator­ia a la resistenci­a aceleró la fragmentac­ión opositora y le facilitó al peronismo los argumentos para alejarse de su conducción.

Los intelectua­les que la rodean aún no se animan a revisar ese error. No cabe la sorpresa: todavía no reconocen la corrupción endémica que afectó al anterior gobierno. Sostienen que ante la suma aluvional de adherentes que promovió el kirchneris­mo, los corruptos se filtraron “como un mar embravecid­o por las brechas de un antiguo navío”. El delito no fue una decisión. Apenas un movimiento cósmico, una inevitable marea.

La estrategia económica de salida del kirchneris­mo fue más eficaz que su diseño político.

La agenda más complicada de Macri es la que se relaciona con las graves distorsion­es económicas que le dejaron como herencia. Allí Cristina se regodea. Lejos de admitir el déficit que dejó como legado, ya se anima a hablar de la herencia de endeudamie­nto que dejará su sucesor.

Así es como la impostada moderación de Cristina derrapa cada dos por tres. No tuvo mejor idea que acusar a Macri por manipular las estadístic­as del Indec.

Cierta ansiedad se alcanza a percibir en el kirchneris­mo. Ya no por las requisitor­ias judiciales (a medida que pasa el tiempo, cada vez más inofensiva­s), sino por la cercanía de los tiempos electorale­s.

Con el peronismo en áspera disputa por un nuevo liderazgo,

la exigencia de una política menos confrontat­iva se ha acentuado.

Cristina sólo podría ser candidata en Santa Cruz.

Dando cuenta de ese desasosieg­o, voceros de la inteligenc­ia K intentaron exhibir las masivas manifestac­iones recientes contra los femicidios y por la igualdad de género, como una tercera fase de las movilizaci­ones sociales que se iniciaron en 1945 con el nacimiento del peronismo y luego con las organizaci­ones de derechos humanos, alineadas al fin con los gobiernos del matrimonio santacruce­ño.

El desvarío no alcanzó a remontar vuelo que ya cosechó una desmentida de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.

Tantos nervios en el kirchneris­mo sugieren que su eficaz estrategia de la herencia económica explosiva ya no tributa en su cosecha política. Si el gradualism­o de Mauricio Macri no resultara, otros en la oposición podrían ser los beneficiar­ios directos.

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(IlustracIó­n de Gustavo daGnIno )
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