Comida
¿Qué estamos comiendo y bebiendo? Hace años, nos cuenta la historia, los reyes, tiranos y déspotas hacían probar la comida a sus lacayos, antes de comerla ellos. Si sobrevivían, significaba que no estaba envenenada.
Hoy, en muchos lugares se hacen pruebas y análisis, a fin de detectar posibles sustancias tóxicas.
El pueblo come, muchas veces, alimentos en mal estado o vencidos. Luego se arregla, con unas sales digestivas, un par de eructos y se continúa con la vida. Los trastornos intestinales se le “achacan” a cualquier cosa, menos a esos productos comprados en grandes cadenas de supermercados.
Es que el ser humano no tiene la sensibilidad de los animales. Ellos, cuando van a comer, huelen, y si notan algo tóxico, no lo comen. Cuando no hubo otra cosa, luego pagaron las consecuencias con diarreas.
A nivel familiar les hemos dado pan a los perros, y no lo comieron, lo dejaron de lado.
Nosotros, que supuestamente estamos al tope en la escala zoológica, lo comimos. ¿Qué contenía? Vaya a saber, pero no nos sentimos bien. El agua corriente, en botellas plásticas, dicen que despide dioxina, pero igual la ponemos en la heladera. ¿Alguien nos avisa? No. Mientras no muramos, todo bien. Pero nos complican la vida.