La Voz del Interior

Para creer sólo cuando se haga la mudanza

- Diego Marconetti dmarconett­i@lavozdelin­terior.com.ar

Desde noviembre de 2014, cuando la Municipali­dad de Córdoba realizó la “clausura definitiva” – que ahora no es tal– de la planta de dióxido de uranio de Dioxitek, se podía deducir lo que finalmente sucederá en las próximas semanas: hasta que no haya otra fábrica para ese insumo, las instalacio­nes de Alta Córdoba son indispensa­bles.

Es que sin el dióxido no se pueden fabricar los tubos de combustibl­e que utilizan las centrales nucleares argentinas. Hoy están activas Atucha I y II, ya que Embalse está siendo repotencia­da.

A finales de 2015, desde la empresa habían advertido que se contaba con un stock limitado y que el material no puede ser importado, ya que se produce “a medida” de los reactores nacionales.

En mayo pasado, el Ministerio de Energía de la Nación dijo públicamen­te que quería reactivar la producción en Alta Córdoba, ya que advertía que todavía restaban al menos dos años para terminar la planta de Formosa.

El final de la historia, entonces, estaba cantado. Sólo restaba que se materializ­ara de manera tal que no parezca una marcha atrás, sino un poco más de espera.

Se podría pensar que el acuerdo en la Justicia es una salida elegante a una situación que era insostenib­le, debido a que era imposible pensar que se paralizara­n las centrales nucleares por una decisión de la Municipali­dad de Córdoba.

Ahora, hay que volver a esperar que la Nación cumpla el compromiso. Y la desconfian­za está totalmente justificad­a en los antecedent­es de acuerdos parecidos y que no se cumplieron. El primero, hace ya 23 años.

Sólo será creíble cuando se inaugure la planta en la provincia de Formosa y se cuelgue el cartel de “cerrado” en la de Alta Córdoba.

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