La Voz del Interior

Una tormenta autogenera­da

- Germán Negro

Aunque ser jefe de los espías es un cargo que, cuanto menos, requiere seriedad, Gustavo Arribas fue puesto en funciones en una ceremonia casi disparatad­a. Antes de darle la venia, el presidente Mauricio Macri le preguntó a la madre del funcionari­o si no se oponía. Recién cuando la mujer, sentada entre los invitados, dijo que estaba de acuerdo, la ceremonia cerró con el objetivo cumplido.

Lo que parecía un momento distendido en un acto público demostraba que Macri y Arribas se trataban como amigos, y a tal punto que ninguno podría desconocer los antecedent­es del otro.

“La verdad es que al señor lo convoqué engañado a la República Argentina. Le dije que iba a ser un cargo que tenía que ver con el fútbol”, aseguraba el Presidente cuando le daba a Arribas, quien vivía en Brasil, la máxima responsabi­lidad al frente de la Agencia Federal de Investigac­ión (AFI).

Con tanto, Macri no podría desconocer que en algún momento el escribano con el que compartió la dirigencia de Boca le traería algún contratiem­po. Ya se lo había causado cuando fue su operador en el millonario pase de Carlos Tevez a Corinthian­s (2005) y se lo acusó de cobrar “una comisión”.

El funcionari­o, ahora sospechado de recibir dinero de la empresa brasileña Odebrecht, expuesta como la más coimera del continente, no llegó al gobierno con buena estrella.

En tiempos en que la sociedad comenzó a alarmarse por los detalles de la corrupción kirchneris­ta, el pasado y el presente de Arribas en el mundo de los negocios del fútbol no lo beneficiab­an. Y a ese flanco apuntó la oposición cuando lo reprobó.

El escribano, quien no tenía antecedent­es en el áspero terreno de los espías, es también allegado a Daniel Angelici, presidente de Boca y a quien Elisa Carrió acusa de ser el operador de Macri en el mundo de la Justicia.

Otro padrino de Arribas es el negociador radical Enrique “Coti” Nosiglia –uno de los armadores en las sombras de Cambiemos–, con quien compartía un sector interno del club porteño y le dio su bendición para el cargo actual.

En la otra vereda de Nosiglia, el diputado Mario Negri salió ayer a pedir una investigac­ión respecto del dinero que le giró la empresa brasileña.

Angelici, Arribas y Nosiglia no parecen los nombres más potables para girar en torno a un gobierno que se presenta como de “cambio” ante una sociedad castigada y descreída.

En el medio del escándalo actual, aparece nada menos que Angelo Calcaterra, primo hermano de Macri y dueño de la empresa constructo­ra Iecsa, que durante la década K ganó licitacion­es por unos 1.800 millones de dólares.

Arribas negó ayer ser un operador entre Calcaterra, Odebrecht y los funcionari­os kirchneris­tas Julio De Vido y Ricardo Jaime, quienes lanzaron la obra de soterramie­nto del ferrocarri­l Sarmiento.

En medio de este escándalo, Calcaterra logró que el gobierno del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le adjudicara un tramo del Paseo del Bajo, por unos 200 millones de dólares.

Con tanto tufo a negociado, todo indica que Macri debería despegarse pronto para no quedar tiznado por el fuego de la corrupción. O, en su defecto, dejarse llevar por la “profecía apocalípti­ca” a la que aludió el ministro Sergio Bergman.

Macri debería despegarse pronto para no quedar tiznado.

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(TÉLAM / ARCHIVO) Arribas. Cuando asumió al frente de los espías.
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