Trump niega que Putin tenga información para extorsionarlo
La Cámara de Representantes podrá acceder al enigmático informe 17 de los servicios de Inteligencia norteamericanos. Sería el reporte clasificado con datos sensibles que tiene Rusia sobre el presidente electo.
Pronto será ficción. Un ejército de espías rusos trabaja en el corazón del poder occidental y accede a cientos de datos clasificados de las principales instituciones norteamericanas sin que los servicios de Inteligencia del Pentágono puedan detectarlos a tiempo.
Un afamado periodista asilado en la Embajada ecuatoriana en Londres accede a información y la publica en su sitio desde el ordenador que está en su cuarto con vista al Palacio de Buckingham. Tiene un gato con corbata rayada a su lado. Se llama GatoLeaks y mira por la hendija de la ventaja con desparpajo.
Las filtraciones catapultan a un outsider excéntrico millonario hacia la Casa Blanca, contra todos los medios de comunicación y los pronósticos. Gana. Pierde por tres millones de votos la elección general. Gana igual porque el centenario sistema electoral del país pondera de modo singular la voluntad de los sufragantes.
Pronto será ficción. Pero hoy esa es la realidad.
Dieciséis informes de las agencias de seguridad nacional de Washington certifican que el máximo mando de Rusia dio la orden de cambiar el rumbo de la democracia más sólida del planeta, operando un plan sigiloso de ciberataques que dejó al descubierto el tráfico de influencias en el partido político derrotado y la participación del establishment de Wall Street financiando la campaña de la candidata que debía ocupar el puesto ejecutivo más importante del mundo.
Pero los servicios de Inteligencia podrían tener un informe más. La trama sigue.
Un decimoséptimo papel es supuestamente entregado al presidente saliente y al electo en una reunión secreta en el subsuelo blindado de la Casa Blanca.
CNN, una de las cadenas televisiva más reconocidas a nivel internacional, asegura que una investigación detectó que el Kremlin tendría elementos comprometedores para el futuro mandatario que asume en ocho días y que, entonces, podría ser extorsionado en decisiones tan trascendentes que podrían cambiar el mismísimo orden mundial y terminar con casi un siglo de supremacía norteamericana.
Una hora cuarenta podría ser insuficiente. Mejor plantearlo como serie.
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Al día siguiente, el presidente electo llama a una conferencia de prensa. Ese día fue ayer. Todos los personajes son reales.
El presidente electo, que es Donald Trump, dice que el informe 17 es falso, que no existe. Dice que Rusia no tiene información que pueda perjudicarlo. Admite que Moscú fue el culpable de los ataques espías, pero niega que eso haya logrado influir en el resultado electoral.
El reportero Jim Acosta, de la cadena televisiva de la primicia, que es la CNN, intenta preguntar. No se lo permiten. Es señalado con el dedo y silenciado por el futuro jefe del Estado cuando osaba hacer su trabajo.
Horas después, la principal periodista legislativa del mismo medio avisa en su cuenta de Twitter: “La comisión de Inteligencia votó para permitirle a toda la Cámara de Representantes el acceso a los reportes clasificados del hackeo elevados por jefes de las cinco agencias de seguridad”.
Con esta información, la cronista Deirdre Walsh estaba anoticiando sobre lo que puede llegar a ser un hecho de magnitudes insospechadas: si el informe 17 existe, si contiene lo que CNN dijo y si se verifican contactos de Trump en campaña con agentes de la Inteligencia rusa, no es descabellado –por eso es rumor en las redes sociales– el inicio de un proceso de impeachment que intente eyectar del poder al protagonista principal.
Trump, sin embargo, avisó de modo expreso que se quedará no
los informes de inteligencia de las agencias podrán ser revisados por la cámara de representantes. ¿”impeachment”?