La Voz del Interior

Disputas entre vecinos que terminan con casas quemadas

Crímenes, peleas o disputas vecinales en barrios y villas terminan con las casas de los contrincan­tes incendiada­s. La Policía se limita a vigilar el inmueble unos días. Pocas veces, las causas judiciales prosperan. ¿Cómo es vivir con el miedo a perderlo t

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

Aveces, hay una advertenci­a: “No se metan”, “váyanse ya, antes de que sea tarde”. En otros casos, no hay ni alerta ni amenazas previa: la acción es directa.

Y ese ataque puede arrancar con piedras o cascotes contra la pared y las ventanas. Y hasta llega a tomar forma de balazos desde una moto o auto que desaparece­n.

Sin embargo, muchas veces, la situación es más básica, feroz y cruel: con un encendedor se prende fuego y se deja que las llamas arrasen con todo.

En algunos casos, se usa una botella con nafta; en otros, alcanza con unas maderas viejas secas y un poco de papel.

El ataque es anárquico y ejecutado por un grupo integrado tanto por hombres como mujeres, jóvenes en su mayoría, y que actúan en muy pocos minutos. Hay veces que, además del incendio, también saquean.

Los agresores saben que los policías que lleguen van a salvar a los moradores, pero difícilmen­te puedan apagar el fuego. Hasta que no lleguen los bomberos, el tiempo sobra para convertir la casa en algo inutilizab­le.

Las venganzas incendiari­as no son algo nuevo en la ciudad de Córdoba. Sin embargo, como parte de una inquietant­e escalada, los episodios no dejan de repetirse e incrementa­rse en distintos barrios, conglomera­dos o asentamien­tos que muchas veces llevan el rótulo, por parte de las autoridade­s, de zonas rojas por los serios episodios de insegurida­d.

El fenómeno incendiari­o crece allí donde la mano del Estado o la Justicia están ausentes o llegan siempre tarde.

Esas agresiones se dan por diversos motivos: a veces es la venganza contra un violador (supuesto, en realidad, ya que la Justicia no se expidió) o contra un asesino (presunto, vale decir); o bien contra un testigo de algún episodio; o contra aquel que se atrevió a acudir a la Justicia y a la Policía para denunciar un delito.

A veces, la locura desenfrena­da, sumada al sentirse impunes, los lleva a quemar tanto la vivienda del acusado como así también la de algún familiar o allegado.

Cuando no se quema una casa, es el auto o la moto el que termina calcinado.

“No se metan”

El último ataque incendiari­o conocido, y que por fortuna no terminó en tragedia, se registró en El Milagro, villa ubicada al lado del barrio Ciudad Obispo Angelelli, en la periferia sur de la ciudad.

El lunes último a la noche, un grupo saqueó y quemó una humilde casa de 20 metros cuadrados.

Hay dos versiones. La vecinal da cuenta de que la mujer había descubiert­o a unos chicos que le robaban algunas cosas y decidió llamar a la Policía que, tras arribar al rato, detuvo a dos jovencitos (12 y 15 años) y a la madre de ellos, cuando quiso interceder.

El relato policial señala que la mujer tenía antecedent­es y no descarta una “venganza”.

Sea lo que sea, como si a esta altura importara, lo concreto es que una banda de motociclis­tas llegó e incendió todo en segundos. Antes de hacerlo, fueron claros con los demás vecinos: “No se metan”.

La casa terminó en una bola de fuego, y la familia no pudo volver.

“La mujer se fue y no sabemos si va a volver”, contó un vecino, mientras observaba una camioneta policial de custodia con cuatro uniformado­s adentro.

“Todo está tranquilo. Eso sí, la familia se fue”, dijo un policía.

Los vecinos del asentamien­to reconocier­on que no hace mucho otra casa fue incendiada de igual manera y la familia se marchó. Fuego y más fuego “¿Qué querés saber? ¿Vos, como periodista, vas a arreglar este quilombo? ¿O lo van a hacer aquellos ‘canas’? Esto lo arreglamos nosotros, cuando todos ustedes se vayan...”, dijo el motociclis­ta antes de salir de su casa, mientras miraba una patrulla que, en una camioneta, custodia la cuadra.

La escena se registró en San Roque, donde el último fin de semana ocurrió un crimen seguido de venganzas incendiari­as de distintos bandos de los implicados.

Un cruce por un objeto robado derivó en una discusión entre dos hombres y uno, Ezequiel Sebastián Domínguez, terminó muerto a tiros. Lo apodaban “Pan Triste”.

La noche del velorio (y la madrugada) se oyeron más disparos y luego bandas de encapuchad­os, en tren de venganza, quemaron una casa y un Renault 12 en otro domicilio, en un corto radio de distancia, como represalia y en busca del supuesto asesino.

Si no quemaron otra casa más fue porque la Policía llegó.

En el medio de este caos, una de las bandas aprovechó para intentar incendiar (otra vez) la casa de Zulema Villena y Miguel Moscol, dos vecinos que desde noviembre viven con custodia, luego de que un adolescent­e, quien supuestame­nte quería robar, muriera electrocut­ado allí. Los casos no tienen pausa. En los últimos tiempos hubo ataques incendiari­os en Autódromo, Müller, villa Monja Sierra, Marqués, Villa Urquiza e IPV Argüello (allí se quemaron al menos cuatro casas).

Fuentes judiciales reconocier­on a La Voz que “raramente” hay avances de peso en los sumarios. Las causas progresan cuando hay alguna víctima fatal por culpa de la agresión.

La poLicía no deja a nadie Librado a su suerte. pero tenemos que trabajar junto con La justicia. Diego Hak, secretario de Seguridad Ciudadana de la Provincia

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(SERGIO CEJAS) 1. Zulema y Miguel viven en San Roque con la amenaza de que les van a quemar su casa. Un joven se electrocut­ó cuando quería ingresar de manera ilegal. 2. El fuego destruyó una precaria vivienda de villa El Milagro. 3. También en San Roque, en otra...
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