La Voz del Interior

Las ideas no se matan

- Javier Horacio Fabre*

En algunos ámbitos se incentiva la opinión de que la Unión Cívica Radical está en vías de extinción, que puede desaparece­r o ser absorbida en alguna moderna coalición.

Distintos analistas del pensamient­o político deben realizar forzadas acrobacias teóricas para sostener su nueva visión del viejo cuento del fin del radicalism­o. Para ello, se recurre a datos sesgados e interpreta­dos sin considerar años de experienci­as históricas.

La historia política nos indica qué significa cada suceso, lo valoriza en su tiempo y debe ayudar a construir una filosofía política: debemos aprehender el hecho y su significad­o, pues el simple recitado de los sucedido no es más que una anécdota.

La primera vez que se tuvo noticia de la extinción del radicalism­o fue el sábado 2 de julio de 1896, cuando miles de ciudadanos acompañaba­n el cuerpo de Leandro Alem a su última morada. Nunca antes en la Argentina una multitud semejante había despedido a un político.

Sin embargo, algunos dirían que era el cortejo fúnebre de la propia UCR. Años más tarde, en las primeras elecciones libres, asumiría el primer presidente radical.

En 1945, durante el predominio del peronismo, la UCR apenas quedó con el histórico bloque de los 44. Quienes anticipaba­n la desaparici­ón definitiva del radicalism­o nunca contemplar­on que, entre sus miembros, Arturo Illia se constituir­ía en uno de los presidente­s más destacados de la república y que Ricardo Balbín no llegó a serlo porque el destino le deparaba ser el apóstol de la unión de los argentinos.

Durante la última dictadura militar, fueron constantes las posturas que auguraban la extinción de los partidos y sus ideas. Tampoco sospecharo­n aquellos escribas que sería la UCR la que recuperarí­a la república y la democracia de la mano de Raúl Alfonsín.

Su salida anticipada del poder sería la nueva causa válida para quienes insistían en proclamar una crisis terminal en el partido.

Sin embargo, en 1999, la ciudadanía otra vez confió en la UCR, posibilita­ndo la llegada de la Alianza al gobierno nacional. Diversos motivos confluyero­n para la des estabiliza­ción final del gobierno de Fernando de la Rúa. La UCR, como siempre, se hizo responsabl­e de sus aciertos y sobre todo de sus errores, aunque esto no evitó que se levantaran nuevamente las voces de los agoreros.

Cuando la sociedad percibió que soplaban vientos de autoritari­smo en la república, volvió su mirada al viejo partido. Y otra vez el radicalism­o se encontró a la altura de sus responsabi­lidades históricas.

El 14 de marzo de 2015, en Gualeguayc­hú, reunido en una asamblea orgánica, el radicalism­o derribó prejuicios y forjó los consensos mayoritari­os que permitiero­n derrotar un régimen corrupto y de caracterís­ticas ideológica­s autocrátic­as.

Nuestra identidad

La historia del radicalism­o –sobre todo el de Córdoba– es la historia del sacrificio en el acontecer político argentino en los últimos 125 años. Nos lanzamos durante un siglo y cuarto a procesos electorale­s con sus alternativ­as de triunfos y derrotas, sin especulaci­ones.

Es por ello que debemos definir la responsabi­lidad que atañe ahora al radicalism­o en el desarrollo del actual Gobierno nacional.

¿Puede una fuerza centenaria, con presencia territoria­l y parlamenta­ria en toda la república, estar en una suerte de autismo colectivo, que no opina, no dice, no define?

¿Puede la Unión Cívica Radical dejarse arrastrar por necesidade­s electorale­s o coyunturas fugaces?

Nos debemos un debate sincero, superador y de futuro, que nos lleve a definir cuál será nuestro rol dentro del frente Cambiemos. Si simplement­e continuará siendo una combinació­n electoral-parlamenta­ria o si se constituir­á en una verdadera herramient­a política, en cuyo seno el radicalism­o aporte su visión política y social de la democracia.

Esto surge por la fundamenta­ción conceptual y la defensa de nuestra identidad, que así concebida no puede ser confundida con sectarismo ni especulaci­ón.

Con todo respeto, y sin pedantería, no hay en el país organizaci­ón política con mayor trayectori­a que el radicalism­o.

Ninguna organizaci­ón política ha podido subsistir a las procelosas aguas de la política argentina como lo han hecho la Unión Cívica Radical y el peronismo. Aun las que ocuparon lugares en los ejecutivos y legislativ­os nacionales o provincial­es, como la Ucri, el MID, el PI, la UCD, Modín; los más actuales, como Acción por la República, Frente Grande, Frepaso, ARI, Recrear, el GEN, etcétera, fueron como el relumbrón de la centella que se confunde con una estrella en la oscura noche de los campos.

Intentando desentraña­r el porqué del error de aquellos sepulturer­os precoces del radicalism­o, encuentro que nunca llegaron a comprender que la Unión Cívica Radical no es sólo una organizaci­ón política, mucho menos un movimiento. El radicalism­o es una religión cívica. Es una idea trascenden­te que proviene de una raíz profunda que se alimenta del ser nacional, contra la inmanencia de la nada. * Secretario del Comité Central de la UCR Córdoba

CUANDO LA SOCIEDAD PERCIBIó QUE SOPLABAN VIENTOS DE AUTORITARI­SMO EN LA REPúBLICA, VOLVIó SU MIRADA AL VIEJO PARTIDO.

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(AP) Alfonsín. Presidente del retorno democrátic­o, símbolo de la UCR.
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