La Voz del Interior

Insegurida­d y problemáti­ca migratoria

- Gerente General Osvaldo Salas | Director Periodísti­co Carlos Hugo Jornet

La insegurida­d continúa siendo uno de los problemas cruciales que aquejan a los argentinos y que las autoridade­s gubernamen­tales no han podido poner bajo control, pese a los profusos programas de prevención y de acción contra el delito.

Sin embargo, dos hechos recientes vinieron a agitar una controvers­ia nunca saldada respecto de la fenomenal corriente migratoria que tiene a la Argentina como destino y arribo de ciudadanos con prontuario­s delictivos en sus países de origen.

Uno de esos episodios fue el asesinato de un menor, a fines de diciembre pasado, ba- leado en un supuesto intento de asalto en el barrio porteño de Flores por otro chico de 15 años, de nacionalid­ad peruana, a quien la Justicia declaró inimputabl­e y envió a su país, donde viven sus abuelos.

El otro hecho de enorme trascenden­cia pública que aportó a encender aún más el debate sobre los inmigrante­s tuvo que ver con el aparatoso desalojo por parte de la Policía de los vendedores ambulantes instalados desde hace años en el barrio porteño de Once, conocidos como “manteros”, y que, en su gran mayoría, son ciudadanos provenient­es de países vecinos.

Se trata de situacione­s relevantes, pero que de ninguna manera deben empañar y compromete­r a las inmensas comunidade­s de inmigrante­s que se han asentado en distintas regiones de la Argentina en busca de un futuro mejor.

La decisión del Gobierno nacional de endurecer la política migratoria y poner en marcha controles más estrictos de los extranjero­s que ingresan al país puede ser una oportunida­d para atacar el crimen organizado que desembarca de otras latitudes y cuyos delitos más graves se pueden constatar con el tráfico de drogas y de armas, y con el lavado de dinero. Pero no debe atentar contra los derechos humanos de nadie ni violar los principios constituci­onales

Vale repasar datos que señalan que los extranjero­s no son los únicos responsabl­es de la escalada de insegurida­d. Según los registros de 2015 del Sistema Nacional de Estadístic­as sobre Ejecución de la Pena, de los 71.464 presos que conformaba­n entonces la población carcelaria argentina, 4.307 eran extranjero­s, es decir, el seis por ciento.

En tanto, cifras de la Dirección de Migracione­s dan cuenta que entre 2011 y 2015 se concretaro­n 632.440 radicacion­es permanente­s, en su mayoría de ciudadanos originario­s de Paraguay, de Bolivia, de Perú, de Colombia y de Brasil.

Es imperioso que las áreas pertinente­s del Estado ajusten los controles fronterizo­s y de migracione­s conforme con las normativas vigentes, a fin de evitar que se filtren sujetos con registros delictivos en sus países, pero sin caer en la tentación de discrimina­r a extranjero­s que llegan con buenas intencione­s de integració­n y de trabajo.

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