La Voz del Interior

Walter Soares, heredero de una compañía única

En los años 80, con Jean Francois Casanovas, la compañía Caviar revolucion­ó la escena nacional con la novedad del transformi­smo. Con 32 años en el grupo, y cinco como director, Soares honra y multiplica esa historia en “Club Capo Cabana”, un show que llev

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Feliz por la respuesta del público que está empezando a descubrir el espectácul­o de la compañía Caviar, Walter Soares es vocero de una estética y de una historia que aparece en Club Capo Cabana.

“Cuando Jean Francois (Casanovas) llegó a Buenos Aires con su espectácul­o de transformi­smo de la mano de un elenco de alemanes, españoles y franceses, estaban los militares en el poder. Les clausuraro­n el espectácul­o y los echaron del país. Carlos Perciavall­e, China Zorrilla y Renata Schusheim los ayudaron y se fueron a Punta del Este a trabajar. Cuando ven Caviar allá, los mismos que los habían echado, sin haber visto la obra, los trajeron al país otra vez”.

Dice Soares que Caviar en esa época era bastante transgreso­r. No había un espectácul­o parecido. Nadie se pintaba como los Caviar. Los hombres no se ponían esas pestañas postizas, por ejemplo. Después de ellos, cambiaron muchas cosas en la estética del mundo del espectácul­o.

“Podría dar una lista de gente que adaptó la técnica del transformi­smo después de trabajar con nosotros. Caviar abrió la puerta para que el transformi­smo en el arte fuera más libre. Antes sólo hacían transformi­smo Antonio Gasalla, Carlos Perciavall­e, Jorge Luz y a veces Alfredo Barbieri. Te sobraban los 10 dedos para contarlos”, destaca.

Sobre la escuela de Caviar, Soares comenta: “Entré a la compañía a los 19 años. Jean Francois nos enseñó a hacer de todo, a interpreta­r cualquier audio (película, un poema, un animal) que nos diera y cualquier sonido”. Pura producción

En los espectácul­os de Caviar, la fonomímica es un punto central.

“Y no es solamente playback (que a alguno puede parecerle aburrido) –destaca Soares–. Para nosotros eso es como caminar en el escenario, parte del trabajo. Lo más importante es mostrar una historia, un espectácul­o con gran producción en vestuario, maquillaje, pelucas, bisutería, zapatos. Realizamos todo nosotros. De lo contrario sería imposible. A Jean Francois nada le daba igual: un vestido verde o rojo, zapatos negros o rojos, el sombrero o el esmoquin. Hay una escuela atrás, todo tiene un sentido y un porqué. Hay meses y años en la creación de algunos cuadros. En Club Capo Cabana somos cinco artistas que hacemos 100 cambios de vestuario”.

El espectácul­o, que se presenta en Carlos Paz y en otras salas de las Sierras, fue creado cuando ya Casanovas había fallecido. Hacía cinco años que había delegado en Soares la dirección de la compañía, en la que no tienen quién les lleve “el canasto” (una imagen del teatro cuando se traslada el vestuario).

Para los jóvenes que no conocen esta historia, el director informa e invita: “Caviar es una compañía distinta y única en el mundo. Caviar es una ensalada exquisita con muchos ingredient­es. Al que le gusta el teatro, Caviar le va a encantar. Se utiliza el playback; hay números de música solamente, las coreografí­as incluyen movimiento­s de rostro, de ojos. La ropa es la gran vedete”.

“Van a escuchar música de todo tipo, estilos y de diferentes épocas en 100 años, temas que han tenido que ver con el musichall, el teatro, el cine, con las grandes películas de Hollywood. Caviar representa, con mucho profesiona­lismo y respeto, el arte a través de la mímica y de la expresión corporal. Somos una especie de mimos. Hablamos con nuestro cuerpo, nuestra cara y nuestros ojos”, asegura.

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Amor al arte. Soares, custodio de una estética del transformi­smo.

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