Viaje cómico de la calle al escenario
Todas las noches, menos la del lunes, se produce un fenómeno interesante en la peatonal de Carlos Paz. Alrededor de las 22, el grupo de transformistas de la compañía Dinamita realiza un minucioso reclutamiento de espectadores en la calle y los dirige hacia la galería Acuario para presenciar la función a la gorra y a teatro lleno.
Interpelan a los caminantes con sus trajes y sus tacos y su brillo y su prestancia, y los conquistan para su molino. Se podría decir que la obra comienza allí mismo, en las arterias atestadas de turistas, y culmina en el escenario al amparo de las risas de los que se aseguraron la butaca a fuerza de hacer fila durante un buen rato.
El reclutamiento minucioso no es caprichoso y es suplementario de un tipo de espectáculo que involucra al público de manera constante. Los actores de Dinamita van a romper la cuarta pared en repetidas oportunidades para interpelar a la audiencia. Pero eso es sólo una parte. El resto del show se desperdiga entre el musical y numerosas pastillas a modo de sketches humorísticos, que incluyen imitaciones y el recurso de la fonomímica, lejos el artilugio con más efectividad en el público.
La materia prima que alimenta todo ello es, por supuesto, la cultura popular: personajes y situaciones fácilmente reconocibles toman vida sobre las tablas, pero reformuladas para hacer reír. Así, aparece por ejemplo Susana Giménez para darle un premio a un telefonista al que se le cortó la luz y no puede verla por tevé, entre varias situaciones desopilantes y picarescas.
Oriundos de Mar del Plata, donde sentaron el precedente estético, Dinamita ya transcurre su segunda temporada en la villa serrana, entregando transformismo de calidad. La obra es colorida, dinámica y entretenida; los musicales son prolijos y aprovechan el gran despliegue del escenario.