Bienvenidos, inmigrantes
Cada cierto tiempo, en nuestro pequeño mundo como sociedad chilena –a veces de pequeñez total– se instalan temas que provocan comentarios y posiciones. Los medios de prensa mucho hacen para que así sea.
Cuando no es el fútbol o las encuestas, otros escandalillos ocupan los espacios y el tiempo.
La ocurrencia de actos que eleven la condición humana a mejores niveles no constituyen prioridad. La decadencia es el signo de los tiempos que cursan.
Nuestro decir es reflejo de nuestro pensar, y el pensar es signo de nuestra calidad de vida. “Calidad de vida”, manida expresión de estos tiempos que de tanto decirla ha perdido casi todo sentido. Para muchos no pasa de entenderse como la posesión de algunos cuantos bienes materiales, y casi nunca concebirse como expresión de nobles ideas y de alcanzar la cúspide en el plano de la cultura y de los valores propios de los seres humanos. Como so- ciedad, seguimos en el debe y no en el haber.
Desde hace algunos meses, un tema en boga en nuestra sociedad es el de los ciudadanos inmigrantes de distintas latitudes que han llegado a nuestro territorio. A esta fecha, algo así como 600 mil seres humanos han venido en busca de nuevas experiencias sociales, laborales y culturales. Llegan porque la Tierra es la gran patria o porque “Patria es Humanidad”, como dijo el poeta José Martí.
Han surgido voces que cuestionan el fenómeno que comento: “Nos vienen a quitar nuestras fuentes laborales”,“son delincuentes” y otras hueras frases extremas suelen escucharse. Otros, más indolentes, hablan con desprecio racial, con un chovinismo de trasnoche, con xenofobia, y con atrofia de espíritu. No se comprende que la inmigración es un fenómeno histórico-social y cultural de masas. Se olvidan que un millón y medio de chilenos debió salir a otras tierras cuando la dictadura.