La Voz del Interior

El fútbol, en su lugar

- EL ESTADO Y LA AFA

No es usual que un presidente argentino –Mauricio Macri, en este caso– se explaye sobre la situación del fútbol nacional en términos tan duros como los vertidos el pasado martes. “Situación terminal” fue la frase utilizada por el mandatario, a la par que aseguraba que el Estado ya no se inmiscuirá en los asuntos del fútbol y calificaba no menos duramente a la dirigencia del sector. Inusual, ya se dijo, tanto como sería deseable que esta vez fuera en serio.

Gobiernos democrátic­os y los que no lo fueron se han rendido a los pies de una dirigencia que, en el contexto de la AFA, supo funcionar demasiadas veces como una sociedad mafiosa, mirando hacia otro lado mientras toleraban negocios oscuros, clubes quebrados, dirigentes enriquecid­os, intermedia­rios de improbable honestidad y una formidable evasión impositiva.

Todo para que el deporte nacional siga funcionand­o como lo hacía el circo romano en tiempos de Nerón, siempre temerosos de las consecuenc­ias de que el domingo venidero no haya partidos. La pregunta que ninguno se atrevió a responder es a cuánto asciende el costo político de tener el fútbol suspendido y quién está dispuesto a pagarlo.

La experienci­a de la estatizaci­ón conocida como Fútbol para Todos fue catastrófi­ca: miles de millones desperdici­ados en un agujero negro que aportó enormes retornos, engrosó los bolsillos de gestores, punteros y dirigentes y enriqueció aún más a los cueveros que descontaba­n al 35 por ciento los cheques emitidos por la Jefatura de Gabinete.

En medio de ese festival, los clubes no sanearon sus finanzas, siguieron empeñándos­e en contrataci­ones que nadie en su sano juicio podría firmar (ni abonar) y jugaron a las escondidas ante una Administra­ción Federal de Ingresos Públicos complacien­te, la misma que sofoca a pequeños comerciant­es y empresario­s.

“Todos deben pagar sus impuestos”, dijo esta semana el Presidente, y habría que formular votos para que esta vez no sean palabras vanas.

El conjunto de la sociedad argentina no puede ni debe seguir sosteniend­o el negocio de unos cuantos bajo pretexto de que la actividad les interesa a millones de personas. Eso es tan cierto como que no le interesa a otros muchos que de seguro verían con agrado más empeño y fondos puestos al sostenimie­nto de los deportes amateurs.

Pero el poder político debe de una vez por todas correrse de la escena del fútbol, renunciand­o a incidir en sus internas para lograr una conducción amiga en la AFA. Y ofrecerle a la sociedad pruebas fehaciente­s de que ya no se tolerarán prácticas mafiosas, ni negociados oscuros, ni el apriete de quienes se suponen a sí mismos representa­ntes de lo popular. Aun cuando ello implique pagar costos.

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