Una equidad que cada vez inquieta más
LA SEGURIDAD PRIVADA SE EXTIENDE SOBRE EL ESPACIO PÚBLICO. ¿QUIÉN CONTROLA ESA FUERZA PARALELA DONDE ABUNDA LA INFORMALIDAD?
La seguridad pública es un fenómeno cada vez más privado. La tendencia no para de crecer en Córdoba desde hace al menos dos décadas y llegó a marcar casi una paridad entre la cantidad de agentes que efectivamente pone en las calles la Policía de Córdoba y los vigiladores que ofrecen servicios desde agencias y cooperativas, o desde el más elemental cuentapropismo. En barrios cerrados o abiertos. En bancos o en comercios barriales. En garitas o en un auto destartalado con una luz en el techo.
A cuantificar ese complejísimo fenómeno dedicamos el Primer plano de hoy.
Se trata de una equidad que poco tiene que ver con una situación de equilibrio. Más bien es la prueba de una desesperada búsqueda emprendida por quienes se encuentran en condición de intentar procurarse una seguridad que al Estado le cuesta cada vez más ofrecer.
Esa paridad numérica entre policías y vigiladores no logró mejorar la eficiencia de los agentes públicos. Y cada día hay hechos que también cuestionan la eficacia de los guardias privados.
Son similares también las sospechas que suelen cargar los miembros de ambas fuerzas: la Policía no escatima recelo sobre los vigiladores cada vez que hay un robo en un country y los funcionarios provinciales proponen mayores controles a los guardias privados, a la vez que los delitos cometidos por policías dejan estupefactos a los ciudadanos.
La paridad cordobesa no hace que la provincia se destaque por la cantidad de guardias privados. La privatización de la seguridad es –junto a la desigualdad cada vez más marcada– una característica que destaca a toda Latinoamérica. En Buenos Aires ya hay más vigiladores que policías. Y a nivel de toda América latina, ya en 2013 había dos guardias privados por cada policía estatal.
La inquietud social sobre los controles que el Estado ejerce sobre esa fuerza paralela tampoco para de crecer.