Para esos chicos, la gloria es ser felices
Fueron 1.100 los chicos que el año pasado fueron a una prueba de futbolistas en Talleres. Y menos de 10 consiguieron quedar en el club, que este lunes les abrirá sus puertas a otros tantos pequeños que por estas noches se acostarán soñando con hacer un gol en el estadio Mario Alberto Kempes a cancha llena.
Y el fenómeno se repite en varias instituciones de Córdoba y el país. Por eso acá es clave el papel de los padres y el entorno cuando un chico va a “probar suerte” a un grande. Para evitar la frustración del hijo si las cosas no salen como uno sueña.
“La gloria es ser feliz. La gloria no es ganar aquí o allí. La gloria es disfrutar practicando, disfrutar cada día, disfrutar trabajando duro, intentando ser mejor jugador que antes”, dijo tiempo atrás el tenista Rafael Nadal. Y cuánta razón tiene el español.
Los niños son justamente eso y no deberían perder nunca de vis- ta el objetivo por el cual “juegan a la pelota”: la diversión.
Cuando los pequeños comprenden que el objetivo es divertirse dentro de la cancha, pierden el miedo al fracaso. Cuando los chicos tienen miedo a fracasar, juegan a lo seguro. Juegan para evitar cometer errores. Y eso los suele convertir en rígidos y por demás estructurados, dos factores no deseados en su desarrollo como futbolistas.
Los deportistas necesitan tomar riesgos cuando compiten y confiar en lo que aprenden con la práctica. Los chicos que asumen riesgos aprenden de aquellos e incorporan nuevas habilidades en su desempeño y en su juego.
Por eso es importante que los padres acompañen y observen pero no presionen: si bien llevar a un hijo a realizar cualquier tipo de actividad recreativa se lo considera fundamental para su crecimiento, a veces los padres se involucran de una manera poco saludable: los gritos desde la tribuna suelen restar más de lo que suman.
Y de esta manera, algo que debe ser tomado como una recreación, se convierte en un círculo de exigencias que suele conducirlo a abandonar el deporte.
Y lo importante siempre será que los niños jueguen. Y que recién cuando crezcan comprendan que el fracaso es la clave del éxito. Porque cada error nos enseña algo.