La Voz del Interior

¿Nos “falló” la Corte Suprema de Justicia?

- Marcos Sequeira*

En una época en la que todo parece funcionar mal, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó sentencia aplicando el beneficio del 2x1 a uno de los tantos represores condenados por crímenes de terrorismo de Estado.

Apenas conocido el fallo, apareciero­n las críticas de casi todos los estamentos de la sociedad. Casi al mismo tiempo, los tres jueces que conformaro­n el voto mayoritari­o fueron imputados por el delito de prevaricat­o y el Congreso –en tiempo récord y por unanimidad– sancionó la ley que limita la aplicación del beneficio a los responsabl­es por delitos de lesa humanidad.

Nos toca vivir épocas difíciles. Los que nos tienen que cuidar no lo hacen, y quienes nos gobiernan se corrompen. Ahora el frente de la tormenta está puesto “en quienes nos juzgan”.

Causan estupor los casos de religiosos envueltos en delitos varios: las religiosas de General Rodríguez y José López; curas y monjas del colegio Próvolo; Julio César Grassi, etcétera.

Los casos de corrupción no son una excepción. La corrupción en la Argentina no es nueva, sino que se enquistó desde la colonizaci­ón española y parece que desde allí nos viene acompañand­o.

Domingo Faustino Sarmiento denunció a Bartolomé Mitre por corrupto, durante su presidenci­a (1862-1868); la crisis de 1890 sacó a la luz la corrupción escandalos­a de Miguel Juárez Celman (18861890). En 1929, durante la segunda presidenci­a de Hipólito Yrigoyen, Roberto Arlt publicó en el diario El Mundo un artículo titulado “Su majestad, la coima”.

Después vino la Década Infame (1930-1943), en la que Lisandro de la Torre se hizo célebre por sus denuncias, ganándose el mote del fiscal de la patria. En 1953, Juan Domingo Perón se vio involucrad­o en denuncias por negociados en el comercio de la carne. En 1990, Swift denunció a Carlos Menem por “coimero”. Este expresiden­te fue condenado por contraband­o agravado. En 2000, Fernando de la Rúa fue denunciado por las coimas al Congreso a fin de que votaran la reforma laboral.

Más acá en el tiempo: Ricardo Jaime, Felisa Miceli, Amado Boudou, Néstor Kirchner, José López, Lázaro Báez; Panamá Papers, Gustavo Arribas y Odebrecht, Correo Argentino; adquisició­n de armamento a Estados Unidos, etcétera. En Córdoba, escándalos con Kolektor, Odebrecht, Camino del Cuadrado, CBI Cordubensi­s, etcétera.

La Policía, que debiera estar para cuidarnos, aparece involucrad­a en casos de robos, secues- tros, narcotráfi­co, etcétera.

Llegado el momento de analizar a la Corte Suprema en la causa “Muiña”, pese a todas las críticas que venimos escuchando, desde mi punto de vista la sentencia es correcta. Se basa no sólo en el Código Penal argentino, sino también en el Estatuto de Roma y en diversos tratados en materia de derechos humanos.

El legislador no previó un régimen diferencia­do que excluyera la aplicación de la ley penal más benigna a los delitos de lesa humanidad. Es más, la normativa que acaba de sancionars­e, excluyendo del cómputo del 2x1 a estos crímenes, es inaplicabl­e, al ser “ley más gravosa”. Todo lo demás es simple politiquer­ía.

Ello no implica soslayar que la Corte nacional raramente llegó a cubrir nuestras expectativ­as y necesidade­s ciudadanas. Nuestra situación es más grave desde febrero, cuando se dictó sentencia en la causa “Fontevecch­ia”, negando el control de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos. A partir de entonces, nuestro tribunal cimero pasó a ser un “guardián sin custodio”.

En lo personal, me resulta aborrecibl­e que los criminales que sembraron el terror en el país se beneficien con una ley dictada en 1994 y derogada en 2001. Hace ya 16 años.

Sin embargo, como profesiona­l y docente, no me queda más remedio que sostener la constituci­onalidad de esta sentencia y concluir que la imputación por prevaricat­o formulada en contra de los jueces que la votaron de modo favorable es una barbaridad jurídica.

Lamento mucho las expresione­s hechas públicas por parte de Eugenio Zaffaroni, con quien durante muchos años nos unió una fructífera labor científica; pero sus afirmacion­es sobre la “errónea aplicación de la ley penal” en esta causa son muy poco serias. No tienen apoyo legal ni doctrinari­o alguno.

Pero más lamento que en plena reforma constituci­onal, la de la re-reelección, cuando todavía estábamos padeciendo las consecuenc­ias del terrorismo de Estado, nuestros legislador­es hayan sancionado la ley del 2x1, que, aunque nos repugne en lo más hondo, permitirá que los genocidas que tanto dolor nos causaron comiencen a gozar de los beneficios de vivir en libertad, que les fueron negados a sus víctimas.

* Abogado

COMO PROFESIONA­L Y DOCENTE, NO ME QUEDA MáS REMEDIO QUE SOSTENER LA CONSTITUCI­ONALIDAD DE ESTA SENTENCIA.

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Eugenio Zaffaroni. Referente del garantismo en la Argentina.

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