La Voz del Interior

Damnificad­os sin respuestas

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Los damnificad­os por catástrofe­s de diversa naturaleza parecen condenados a padecer por años los efectos negativos de esos episodios, no sólo por las secuelas físicas y psicológic­as que puedan arrastrar, sino también por la parsimonia del Estado en la tarea de remediar lo perdido, en particular viviendas y bienes personales.

Se trata de fenómenos que dejaron centenares de víctimas ajenas a los sucesos desencaden­ados por la imprudenci­a o la acción temeraria y culposa de terceros.

Como botón de muestra, es oportuno poner en foco dos hechos de caracterís­ticas completame­nte disímiles, pero que tienen por igual a muchos vecinos peregrinan­do para que el Estado les compense lo que otros destruyero­n: la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero, ocurrida el 3 de noviembre de 1995, y la explosión del 6 de noviembre de 2014 en un depósito de la firma química Raponi, ubicada en el barrio de Alta Córdoba de la capital provincial.

Es insostenib­le que a casi 22 años de la tragedia en Río Tercero (que dejó como saldo siete muertos, decenas de heridos y barrios enteros en ruinas), unos 12 mil demandante­s contra el Estado nacional sigan a merced de los insondable­s vericuetos burocrátic­os políticos y judiciales que demoran el pago de los resarcimie­ntos.

Una ley del Congreso nacional aprobada en 2015 (durante la gestión de Cristina Fernández) fijaba los montos y la modalidad de pago de las indemnizac­iones, pero ese instrument­o legal nunca fue reglamenta­do por el Poder Ejecutivo y quedó en una suerte de letra muerta.

Ahora, la Cámara Federal de Apelacione­s de Córdoba le acaba de ordenar al Gobierno nacional que en un plazo de 60 días dé curso a la reglamenta­ción de la referida ley. Como dato aleatorio, cabe agregar que se trata de damnificad­os por una deflagraci­ón intenciona­l para ocultar la venta ilegal de armas que se operó entre 1991 y 1995, durante el gobierno de Carlos Menem, según quedó probado en el juicio que se desarrolló en Córdoba y que terminó con condenas a cuatro oficiales del Ejército.

El otro caso es la situación de indefensió­n de muchos vecinos de Alta Córdoba por la explosión del depósito químico y tiene que ver con el incumplimi­ento de la Municipali­dad de Córdoba de la promesa de reconstrui­r las viviendas que fueron arrasadas por la onda expansiva. Además de decenas de casas destruidas, unos 130 inmuebles quedaron con severos daños estructura­les.

El paso del tiempo parece conspirar contra las urgencias, mientras que las promesas altisonant­es que se hicieron al cabo de cada hecho desgraciad­o siguen sin cumplirse.

El Estado tiene una cuenta pendiente con estos dos sucesos que afectaron a centenares de ciudadanos.

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