La Voz del Interior

A 36 AÑOS del díA en que JuAn PABlO II recIBIó dOS dISPArOS

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En la tarde del 13 de mayo de 1981 en la Ciudad del Vaticano, dos balazos impactaron en el cuerpo del Papa Juan Pablo II, un ataque que conmocionó al mundo y del que nunca se tuvieron certezas sobre el motivo concreto que llevó al joven turco Alí Mehmet Agca a dispararle. Varias versiones se barajaron a lo largo de los años sobre aquella trágica tarde para los fieles cristianos, como complots con pistas búlgaras, soviéticas y de la CIA, conspiraci­ones en el seno del propio Vaticano y entramados con el islamismo radical como supuesto culpable. Durante estos 36 años, las hipótesis fueron instaladas, cuestionad­as y desmentida­s, pero nunca comprobada­s del atentado al confeso anticomuni­sta Karol Wojtyla. Si bien la verdad de las motivacion­es que llevaron a Agca a querer matar a Juan Pablo II sigue en la oscuridad, a la luz del tiempo este atentado se puede leer como un síntoma de un momento histórico, cuando el tablero internacio­nal seguía dividido por los últimos años de la Guerra Fría. Hace 36 años, mientras el Papa que entonces tenía 60 años daba vueltas a la Plaza San Pedro en su coche descapotab­le –después de este hecho cobraría entidad el vidriado Papamóvil– y saludaba a miles de fieles, un hombre de 23 años se apostaba a varios metros para empuñar su Browning de nueve milímetros. Ráfaga de disparos, sangre salpicada, gritos, conmoción. El pontífice vaciló y cayó en los brazos de su secretario, el reverendo Stanislaw Dziwisz. Estaba herido gravemente en el abdomen, también en el brazo derecho y en la mano izquierda. Aún consciente fue trasladado al Policlínic­o Gemelli, donde lo operaron durante cinco horas, le extrajeron parte del intestino y 10 días más tarde envió un mensaje piadoso a sus fieles.

 ??  ?? El destino del perpetrado­r, un musulmán de extracción de ultraderec­ha, fue, en cambio, la prisión. Cadena perpetua, sentenció el tribunal italiano. Pero la gracia judicial –y la piedad cristiana de Juan Pablo II– le concediero­n el perdón. Incluso, el...
El destino del perpetrado­r, un musulmán de extracción de ultraderec­ha, fue, en cambio, la prisión. Cadena perpetua, sentenció el tribunal italiano. Pero la gracia judicial –y la piedad cristiana de Juan Pablo II– le concediero­n el perdón. Incluso, el...

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