¿Un momento para hablar de Radiohead?
El de Radiohead es un atípico caso de banda de estadios. En los papeles, nada indicaría que su música es sinónimo de masividad: no sigue el sonido de moda, sus letras no son un canto a la diversión (más bien todo lo contrario) y sus integrantes casi nunca generan material para sitios de gossip. Cada uno de sus álbumes supone un desafío e intenta romper, aunque más no sea simbólicamente, lo que hizo el anterior. OK Computer es el que probablemente inició esa tradición, alimentado también por las ideas de Nigel Godrich, quien a partir de ese disco se volvió un aliado fundamental del grupo británico.
¿Qué explica entonces su éxito? No hay una única respuesta a ese interrogante, pero una de las razones es su seguidor promedio, una especie de militante del universo Radiohead. No conforme con disfrutar de su música, también suele jactarse de ese gusto y busca persuadir con la convicción de un pastor. A veces lo consigue y acarrea ovejas a su rebaño, en otras ocasiones ese fanatismo muta en una pedantería infumable, pero en los mejores casos se convierte en un generador de contenido muy interesante relacionado con la banda (buscar en YouTube “Kid17” o “Daydreaming backwards” para notar hasta dónde puede llegar la creatividad de un fan de Radiohead).
Dedico este tercer párrafo a una anécdota personal. Cuando abrí mi cuenta de Twitter, algunos años atrás, quise usar un nickname corriente, los que delatan el nombre o apodo de quien está detrás. Probé algunas variantes pero todas ya estaban registradas (no es fácil tener de apellido una marca internacional de kétchup). Algo frustrado, opté por registrarme con una frase que mostraba mi resignación frente a la máquina, como reconociéndole la victoria: “okeycomputer”. Quedaba gracioso, también era un homenaje a una de mis bandas favoritas. Después de escuchar ese disco innumerables veces, caí en la cuenta de que no podría haber elegido mejor: ya en 1997 Radiohead nos decía que estábamos alienándonos con nuestros dispositivos tecnológicos. Como un fundamentalista que se inmola para demostrar La Gran Verdad de su dios, tal vez perdí frente a la máquina para darle la razón a Thom Yorke.