La Voz del Interior

Las importacio­nes

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La cantidad de ejemplares impresos viene bajando en la Argentina, al igual que el número de novedades. A eso se añade el incremento de las importacio­nes. Desde 2010 hasta principios de 2016, se generaron barreras discutible­s y no del todo satisfacto­rias, pero tendientes a proteger a la industria. El beneficio se verificaba sobre todo en el sector gráfico, ya que las trabas a la importació­n ayudaban a que las imprentas locales captaran el trabajo que las editoriale­s antes podían redirigir al exterior.

El levantamie­nto de las restriccio­nes, el año pasado, cambió las reglas y permitió que ingresen más libros importados y que una parte creciente de la torta editorial argentina se imprima afuera. En 2016, por ejemplo, los libros argentinos impresos en China treparon hasta el 11% del total.

Desde el Ministerio de Cultura se argumentó que la medida de abrir las importacio­nes buscaba incrementa­r la diversidad bibliográf­ica y favorecer la libertad de elección de lectores argentinos, así como facilitar el intercambi­o de la industria editorial local con los mercados internacio­nales.

“Es muy interesant­e y defendible el planteo de la bibliodive­rsidad. Salvo que el mismo libro de El Principito venga impreso de China a un dólar el ejemplar... eso es otra cosa”, señala Nelda Abed, presidenta de la Cámara de Librerías, Papelerías y Afines del Centro de la República (Calipacer).

“Sin ponernos negativos, y sin llegar a políticas ultraprote­ccionistas, debería generarse un debate y un diálogo sobre qué y cómo importar. Hay materiales muy interesant­es, ediciones maravillos­as, producidas en otros países, que bajo ningún aspecto es posible producir en la Argentina, y de las cuales sería una pena privarnos”.

Para Antonio Moro, de El Espejo, “la mayoría de los títulos que se importan no están publicados en Argentina, o sea que esgrimir que la importació­n perjudica a la producción nacional no es honesto, y escamotea los altos precios de algunos libros nacionales”. Pero el escenario es más complejo. “El problema actual –especifica– es que los líderes de la concentrac­ión suben los precios de modo que sus precios se mantengan altamente rentables en toda Hispanoamé­rica. Los grupos concentrad­os y otras editoriale­s fueron subiendo los precios en la región, de modo que los libros costaran casi lo mismo en Argentina que en España. Esto fue aparateado, durante los últimos 10 años, por los grupos concentrad­os editoriale­s de España, especialme­nte”.

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