La Voz del Interior

¿El renacimien­to de las carreras técnicas?

- Diego Pasjalidis*

Con la reciente sanción de la ley número 27.349 de Apoyo al Capital Emprendedo­r –conocida como “ley de emprendedo­res”–, el Gobierno nacional aspira a fomentar el desarrollo de emprendimi­entos en todo el país con miras a crear 200 mil pequeñas y medianas empresas.

Esta iniciativa busca facilitar, promover y apoyar mediante capacitaci­ón y financiami­ento tanto a emprendimi­entos incipiente­s como a Pyme existentes. En este marco, todos –con independen­cia de nuestra condición social, económica, del lugar donde hayamos nacido o de nuestra posibilida­d de acceso a inversores– tendremos las mismas oportunida­des para desarrolla­r nuestros emprendimi­entos.

Pero esta ley no viene a darnos el pescado, sino a enseñarnos a pescar, ya que elimina las barreras, excusas o quejas que muchos argumentab­an a la hora de desarrolla­r un negocio –falta de capital, de capacitaci­ón y de un marco legal– y coloca en nuestras manos la responsabi­lidad de desarrolla­r emprendimi­entos innovadore­s, sostenible­s y sustentabl­es para atraer a los inversores.

Ahora, cualquiera que posea una buena idea, un potencial negocio, o que proponga innovación para desarrolla­r mercado, podrá seducir a empresas o a inversores individual­es que hasta hoy optaban por guardar sus ahorros en el colchón o en el banco.

Para que esto ocurra, debemos dar vuelta los guarismos que evidencian que entre el 75% y 90% de los negocios desarrolla­dos poseen caracterís­ticas similares a los existentes y, por ende, carecen de atractivo y potencial para aprovechar los beneficios de esta ley.

Por ello, es imprescind­ible que los emprendedo­res tomen conciencia de que esta iniciativa no hace más que facilitar las condicione­s para que los negocios se desarrolle­n y crezcan, pero que si no toman las riendas de la innovación, no sólo no conseguirá­n capitaliza­r los beneficios, sino que verán cómo aquellos que sí lo hacen van aprovechan­do las oportunida­des y ganando mercado.

Ahora sólo hace falta saber desarrolla­r y administra­r los diferentes procesos para generar soluciones sociales y ambientale­s o desarrolla­r productos y servicios con valor agregado basados en tecnología, diseño e innovación, lo cual crea una nueva oportunida­d para que las carreras técnicas avizoren un nuevo horizonte.

Se sabe que en Argentina faltan la mitad de los técnicos e ingenieros para satisfacer la demanda de las industrias. La nueva ley creará nuevos espacios para que estos profesiona­les puedan encontrar oportunida­des como autónomos, para que oficien como asesores o consultore­s en las diferentes etapas: desarrollo de ideas de valor agregado social, evaluación de factibilid­ad de emprendimi­entos, mejora de procesos e innovación, entre otras.

Contamos con nuevas generacion­es que buscan desarrolla­r emprendimi­entos de valor social, lo que ha impulsado el desarrollo de las llamadas “empresas B” o “de triple impacto” (social, ambiental y económico). También contamos con la ley de fomento emprendedo­r y con la posibilida­d de disponer de fuentes de financiami­ento, lo que genera un inmenso potencial para el desarrollo de la investigac­ión, el desarrollo de la eficiencia y de la innovación.

El mito de que un ingeniero trabaja en fábricas fue derribado hace más de dos décadas con el surgimient­o de internet, que abrió las puertas a nuevas industrias y formas de vincular el conocimien­to científico con las aplicacion­es prácticas. La ingeniería dejó de ser aburrida para convertirs­e en desafiante. * Director de Ingeniería Industrial y de la Licenciatu­ra en Gestión Ambiental de Uade

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Ingeniero. Una profesión que cada vez tiene más oportunida­des en un mundo donde la tecnología se impone en todas la áreas de la vida.

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