Jugador sin pasado

Emanuel Ginóbili pertenece a esa legión de deportistas que sólo miran para adelante sin reparar en lo recorrido. A sólo un par de meses de cumplir 40 años y con el reloj biológico en contra, “Manu” piensa en la conveniencia de otro “suplementario” con los Spurs. Porque la gloria se gana todos los días. “Siempre hay cosas por ganar”, supo decir en 2004 después de lograr el oro olímpico con la selección y de haberse colocado el año anterior el primero de sus cuatro anillos de NBA.

Su razonamiento, elemental desde lo matemático pero de una lógica implacable, dejaba al desnudo su perfil competitivo: “Cuando ganás un título está bien que festejes porque cuesta tanto trabajo conseguirlo. Pero está mejor ganar el que viene”. Hace 15 años, cuando firmó su primer contrato con los tejanos por dos temporadas, Ginóbili apostó en grande: pagó de su bolsillo 250 mil dólares a la Kinder Bolonia para poder jugar con los de Gregg Popovich. Miró hacia el futuro sin reparar que a esa altura, con 25 años, ya tenía una campaña fantástica a nivel europeo. Pero fue por más, arriesgó dinero y prestigio. ¿Qué obtuvo a cambio? Catorce temporadas en el cenit de rendimiento, cuatro títulos de NBA, un par de inclusiones en el Juego de las Estrellas, el contrato más abultado para un deportista argentino hasta 2004 (52 millones de dólares por seis años) y unos cuantos logros individuales, incluido la sensacional despedida del lunes a la noche en un AT&T que le pidió otra función. Como a las grandes estrellas.