La Voz del Interior

Servicios sobrecarga­dos

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La llegada de los primeros fríos puso en el centro del debate el costo de los servicios que se pagan en la Argentina, cuyos valores estuvieron congelados durante años. El objetivo, claro, era que los gobiernos de turno obtuvieran un rédito electoral.

El uso indiscrimi­nado de la energía eléctrica, el gas natural y los servicios de agua potable y cloacas generó una sensación de bienestar en amplios sectores de la población, que se financió con déficit público.

El pago por el costo real y por el nivel de consumo implica un cambio cultural en la Argentina, que no fue claramente explica- do por los distintos niveles de gestión.

Hay también un costado que el propio Estado puede contribuir a corregir, para disminuir su peso sobre el gasto total de un hogar. Los impuestos, las tasas y otros cargos que se cobran para allegar fondos a las obras que emprenden los distintos niveles oficiales encarecen en más del 20 por ciento el valor de cada factura, y en algunas prestacion­es sobrepasa el 30 por ciento.

Esta carga pública sobre el costo de los servicios se disimulaba cuando el precio era casi inamovible, pues los distintos cargos se establecen en porcentaje­s. Cualquier modificaci­ón de la tarifa supone una mayor erogación en los millonario­s fondos que se destinan a obras, cuyas rendicione­s públicas son escasas o nulas.

También se incluye el cobro de tasas que en la realidad se convierten en impuestos para sostener otros gastos del Estado, pues la contrapres­tación en servicios es deficitari­a y los emprendimi­entos prometidos tardan años en realizarse, tal como sucede con las cargas establecid­as para cloacas.

La mayor responsabi­lidad para disminuir la presión tributaria correspond­e al Estado nacional, que grava con el 21 por ciento de IVA a servicios que deberían tener un menor impacto de este tributo.

Tampoco es eludible la responsabi­lidad que tienen el Gobierno de la Provincia y la Municipali­dad de Córdoba. La autoridad provincial exige el pago del Impuesto sobre los Ingresos Brutos por prestacion­es que también deberían contar con una carga mínima.

Y resultan inexplicab­les las imposicion­es del municipio capitalino sobre servicios esenciales –electricid­ad, gas y agua–, en una gestión que no se caracteriz­a por la austeridad en los gastos.

La actual situación exige un manejo prudente de los recursos por parte de los diferentes niveles del Estado, lo que contribuir­ía a reducir el peso de impuestos y otras contribuci­ones de los usuarios.

Además de rendicione­s de cuentas periódicas sobre el uso de las partidas, tales recursos deberían ser destinados a fondos fiduciario­s, cuyos objetos sean el manejo de los gravámenes con fines específico­s, sin desvíos o sospechas de mal uso, ineficienc­ia y corrupción.

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