La Voz del Interior

Impuesto de sellos: una mochila con más carga

- Paula Martínez pmartinez@lavozdelin­terior.com.ar

En el marco del análisis de una reforma tributaria que abarque a todos los estamentos estatales, el impuesto a los sellos aparece como un gravamen del cual poco se habla, pero que cada vez tiene mayor peso en las operacione­s de personas y empresas.

Al tributo lo aplican las provincias a todo tipo de contratos o transaccio­nes: desde el pago de una tarjeta de crédito (se desagrega en el resumen mensual) hasta la escritura de un inmueble, pasando por alquileres, inscripcio­nes de vehículos, transaccio­nes con granos, préstamos bancarios, seguros o formulario­s de adhesión a prepagas o televisión por cable, entre muchos otros.

En Córdoba hay operacione­s que tienen montos fijos; otras pagan una alícuota que oscila entre el 0,6 por ciento y el 1,8 por ciento.

La aplicación de impuestos puede tener como justificac­ión teórica la capacidad contributi­va, la redistribu­ción del ingreso o el incentivo o desincenti­vo a determinad­a actividad. En el caso de sellos, nada de esto se aplica.

Es un tributo que encarece las operacione­s más diversas, de particular­es y de empresas. Como es fácil de recaudar, su uso se fue multiplica­ndo y sumando al costo impositivo argentino.

“El impuesto a los sellos es un impuesto retrógrado. Existe, básicament­e, por un fin recaudator­io. No tiene lógica pagar un porcentaje del valor de una transacció­n”, dice Nadin Argañaraz, presidente del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).

Peso creciente

Según Iaraf, entre 2005 y 2015 este gravamen fue (detrás de Ingresos Brutos) el segundo en ritmo de crecimient­o en la carga tributaria provincial. En esa década, la presión fiscal de sellos aumentó un 51 por ciento, por encima del Inmobiliar­io y del Automotor.

Para el consolidad­o de las 24 jurisdicci­ones, el impuesto de sellos representa­ba el 7,7 por ciento de la recaudació­n de impuestos provincial­es en 2001, casi no varió hasta 2005 (7,9 por ciento), pero subió al 8,6 por ciento en 2015, señala el Iaraf.

En Córdoba, los últimos datos del Ministerio de Finanzas muestran que en 2015 aportó 9,3 por ciento de los tributos locales, y en 2016 superó el 10 por ciento de la recaudació­n cordobesa.

La discusión sobre la distribuci­ón de los tributos en el país apuntaría a concentrar en las provincias los gravámenes sobre la propiedad y a disminuir su importanci­a para la Nación (Bienes Personales está bajando su incidencia por alza del mínimo no imponible y baja de alícuotas). Es decir, el Inmobiliar­io y el Automotor deberían tender a ser la base de los recursos propios de las jurisdicci­ones locales.

Argañaraz, quien participó en el Ministerio de Economía durante la gestión de Alfonso Prat Gay, coincide con esta visión: “Se debería eliminar sellos sobre actividade­s que dinamicen la actividad económica, y concentrar la recaudació­n provincial sobre impuestos patrimonia­les, lo que generaría una estructura tributaria más progresiva”.

El aporte de estos últimos es muy limitado. En 2015, en las 24 provincias, el Inmobiliar­io representó menos del siete por ciento, y el Automotor, el 5,4. En Córdoba, durante 2016, los porcentaje­s fueron de 11,6 por ciento y 3,2 por ciento, respectiva­mente.

Es decir, menos del 15 por ciento de la recaudació­n propia cordobesa es por impuestos patrimonia­les (incluso más que en el promedio del país). Si la intención es modificar la composició­n en las provincias, hay un largo camino por delante.

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