La Voz del Interior

Ni el fútbol lo salvó

Paul Bereciartu­a era una promesa del deporte cordobés. Pasó por Belgrano y por Boca. Lo mataron en barrio Yapeyú, a los 21 años.

- Hernán Laurino hlaurino@lavozdelin­terior.com.ar

Pasó por Independie­nte y por Boca. Lo mataron en un potrero de barrio Yapeyú, a los 21 años.

Paul Bereciartu­a encontró la vida y la muerte justo frente a la puerta de su casa, en barrio Yapeyú. En ese potrero de tierra que aún se encuentra frente al hogar familiar de los Bereciartu­a, arrancó y terminó una historia que pudo ser distinta. Por eso, hoy en su barrio y en los estadios de la Liga Cordobesa de Fútbol donde se menciona el nombre y el apellido de Paul alguien dice: “Cómo jugaba ese ‘Negrito’, qué pena lo que le pasó”. Lo que le pasó fue un disparo a traición, por la espalda, el 8 de septiembre de 2016. Lo que le pasó fue, también, el tren para “salvarse”.

Paul Bereciartu­a (nacido el 16 de agosto de 1994), como tantos otros chicos en los sectores menos favorecido­s de Córdoba, no logró nunca salir de Yapeyú. No pudo escaparse de una historia que ya estaba escrita. Que iba a terminar mal.

En la casa de Paul, hay una pila de fotos suyas y un recuerdo que duele en cada uno de sus siete hermanos: Carlos, Jesica, Tatiana, Mayco, Micael, Kiomy y Thiago.

Con apellido de origen vasco, los Bereciartu­a siempre han sido laburantes, en un hogar “humilde pero luchador”, según lo definen sus vecinos y la gente de la zona. Su papá Miguel se gana la vida con una pequeña fábrica de pastas artesanale­s, mientras que su

mamá es cocinera y trabaja en un shopping de Córdoba. Aunque faltaran muchas cosas, Mónica siempre entregó la piel y más por su “Negrito”, por Paul.

Ahorró peso por peso para comprarle una moto en la que iba a entrenar a Villa Esquiú y, antes, le pagaba los cospeles para que fuera al predio de Belgrano. Ahí estaba la gran apuesta, el gran sueño de los Bereciartu­a.

“El Paul siempre fue el ‘Negrito’ de mi mamá, se amaban. Ella dio la vida para que llegara, para que triunfara en el fútbol. No quería que Paul trabajara y siempre le decía que se centrara en el fútbol. Le compró la moto para que fuera a Villa Esquiú a entrenar y antes le daba los cospeles todos los días. Ella es quien más siente su ausencia. Es una mochila muy difícil de cargar, que duele mucho. Mi mamá perdió a Paul y perdió la sonrisa”, dice su hermano Micael, que tiene los ojos tristes y una camiseta de Belgrano con el “8”.

Debajo del número, se lee su nombre y apellido como si el sueño fuera real. Como si Paul hubiera llegado y esa fuera su camiseta, la de un profesiona­l.

Micael era su gran compinche y su confidente, más allá de ser un par de años más grande que Paul. Ambos comenzaron a patear las primeras pelotas en los potreros del barrio, hasta que un día se apareciero­n por el club Libertad, que queda a ocho cuadras de su casa. Paul tenía 11 años y ya llamaba la atención por su forma de jugar.

“Paul amaba el fútbol y siempre competía conmigo y jugaba contra chicos más grandes sin que se notara la diferencia. Acá, al club, nos veníamos caminando para entrenar... Mi hermano vivía pensando en el fútbol, era su vida”, lo define Micael. Con 15 años, Ricardo “Kiki” Maldonado, DT de Libertad por aquel entonces, decidió llevarlo al banco en un clásico liguero ante Unión San Vicente. Paul estaba para grandes cosas, a pesar de ser aún un chico.

“Dale, ‘Kiki’, poneme. Dale, te prometo que entro y hago un gol”, le suplicaba un jovencito Paul a Maldonado. “Kiki” recuerda esas imágenes como si fuera hoy.

“‘El Negro’ Paul era así, caradura, con mucha personalid­ad. Todo el día con la sonrisa en la boca y el fútbol en los pies. Ese día lo hice debutar con 15 años, en un partido bravo, con tipos que te mataban a patadas, con hinchada. Pero a él no le pesaba nada. Me jodía con que iba a entrar y que iba a hacer un gol. Y así fue... Entró justo para un córner, creo que sólo me escuchó cuando le dije que se parara para el rebote. Y le cayó la pelota al ‘Negro’, la agarró como venía y la clavó allá, bien arriba”, dice Maldonado y señala el ángulo de uno de los arcos de la cancha de Libertad. “Vino a festejar el gol y me dijo: ‘¿Viste que me tenías que poner?’. Así era”. La función de los Maldonado

Los Maldonado son por historia de sangre los “dueños” del club Libertad, que se ubica en un sector marginal de la ciudad, camino a Chacra de la Merced. Hay un Maldonado en cada función del club, desde el presidente, pasando por los técnicos y jugadores. Son ellos quienes van en camionetas por los barrios “rescatando” chicos y llevándolo­s al club. Cumpliendo una función social que nadie hace allí.

“Siempre anduvimos por los barrios de acá trayendo a los chicos. Acá la calle es muy jodida; está la droga, la delincuenc­ia, las malas juntas... Y el fútbol te salva, te protege. Ojalá lo hubiéramos podido salvar al ‘Negro Paul’. Creo que hicimos todo lo posible, lo que estuvo a nuestro alcance. Pero el destino es así, aunque duela”, repite Ricardo Maldonado, que hizo grandes esfuerzos para recuperar a Bereciartu­a.

Ahí, en camino a Chacra de la Merced, todos sabían que Paul era una “joyita”. Rápido de reflejos, Belgrano lo fue a buscar y se lo llevó al predio de Villa Esquiú. Algo que sucede comúnmente con los valores importante­s que van pintando en la Liga Cordobesa: Talleres y Belgrano se los disputan.

Paul era fanático de Belgrano, como toda su familia, entonces no hubo mucho para pensar.

“Nosotros siempre estaremos agradecido­s al club Libertad y a la familia Maldonado porque nunca le pusieron reparos a Paul para que se fuera y creciera. Siempre nos ayudaron y nos apoyaron. Igual como cuando éramos chicos y nos bancaban para que pudiéramos jugar. Muchas veces no teníamos ni para los botines y el club te ayudaba”, cuenta Micael. Su historia en el Celeste

En el Pirata, Paul llegó a jugar hasta en cuarta de AFA. “Mi hermano los conoce a (Emiliano) Rigoni, al ‘Chinito’ Zelarayán, son de esa misma época... Pero el destino fue distinto para ellos, ¿no?”, se entristece su hermano. Claro, Rigoni hoy es figura en Independie­nte de Avellaneda, mientras que Zelarayán se encuentra en Tigres de México.

En aquellos años en el Celeste, Paul vivía cada práctica contra la primera como algo muy especial. En uno de esos partidos de entrenamie­ntos, Bereciartu­a le apostó a Guillermo Farré, figura

la calle es muy jodida: la droga, la delincuenc­ia, las malas juntas... y el fútbol te salva, te protege. ojalá hubiéramos podido salvar al ‘negro paul’. Ricardo Maldonado, su entrenador en Libertad

es difícil salir de donde él venía. a veces, con el talento no alcanza. el jugador debe saber rodearse bien. Daniel Mercado, su DT en Belgrano

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(MARTÍN BAEZ) Dolor. Micael recuerda a su hermano en la cancha de Libertad, donde Paul mostró todo su talento.
 ?? (MARTÍN BÁEZ) ?? Dolor. Micael recuerda a su hermano Paul en la cancha de Libertad, donde disfrutaba­n de verlo jugar.
(MARTÍN BÁEZ) Dolor. Micael recuerda a su hermano Paul en la cancha de Libertad, donde disfrutaba­n de verlo jugar.
 ?? (MARTÍN BAEZ) ?? Aquellos recuerdos. Micael Bereciartu­a, hermano de Paul, y Ricardo Maldonado, su entrenador en Libertad, quien muestra la foto de Paul cuando estuvo en Boca Juniors.
(MARTÍN BAEZ) Aquellos recuerdos. Micael Bereciartu­a, hermano de Paul, y Ricardo Maldonado, su entrenador en Libertad, quien muestra la foto de Paul cuando estuvo en Boca Juniors.

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