Por las habitaciones de “Casa tomada”
Un grupo de artistas instaló el mundo de su obra en cada una de las salas del Centro de Arte Contemporáneo Chateau Carreras. “Casa tomada” es una gran oportunidad para visitar la antigua casona de fines del siglo XIX, que luce renovada. VOS recorrió la ex
De una habitación a otra, las puertas se abren para mostrar historias diferentes. Al contrario de lo que sucede en el relato
Casa tomada, de Julio Cortázar, “aquí las puertas no se cierran”, destacan los artistas de la muestra homónima que se exhibe en el Centro de Arte Contemporáneo Chateau Carreras (avenida Cárcano 1750), reluciente después de las tareas de refuncionalización que se realizaron este año.
Dato importante: para recorrer la muestra “Casa tomada” se puede empezar en cualquier punto. “No hay un hilo conductor, me interesa darle impulso a la diversidad”, sostiene el curador Marcos Acosta, invitado por un grupo de artistas a guiar una exposición compuesta de varios capítulos.
En esta oportunidad toman la casa Irene de la Torre, Ivone Dentesano, Daniela Córdoba, María Guirao, María Antonia de la Torre, Magdalena Audap Soubie y Ernesto Diego Soteras. También Teresa Maluf, quien presentará en julio el proyecto escultórico Dos más dos es igual a cinco, del que ahora se exhibe la maqueta, y que será emplazado en el jardín interior del Chateau.
En esta obra de trama superpuesta, señala Acosta, “grandes estructuras geométricas de colores saturados permiten entrar repentinamente en una nueva realidad creada por la artista”.
Guardianes
La visita puede comenzar en la propuesta de Irene de la Torre y sus dibujos de guardianes, inspirados en desnudos viriles de Ricci, artista italiano del siglo XVII, que Irene conoció en una larga estadía en Bolonia. Desde niña, su obsesión es el dibujo, cuenta. Sus guardianes forman un círculo que cierra otro círculo (epicentro) formado por esculturas de cabezas colocadas en el suelo.
“Son iguales pero no idénticas”, destaca Irene. Lejos de esta escena, exhibe una mano, “la que realmente trabaja”, ironiza. Con los cuerpos a escala natural, la artista provoca el impacto necesario para recordarnos “que estamos también dentro de un cuerpo”, tal como sostiene Marcos.
El afuera está adentro
“Trabajo con la idea de la fotografía como ancla de la memoria”, especifica a su turno Ivone Dentesano en el recorrido con
VOS. Con el desafío de tomar este lugar, la artista subió al atalaya (torre de la antigua casona) y tomó fotografías del entorno, en las que aparece el estadio, por ejemplo. Sin embargo, ese escenario por todos conocidos conduce en su obra a un lugar de extrañamiento. Las fotos están fragmentadas, o compuestas con rezagos de otras imágenes, acota Marcos. Las fotos, dispuestas a muy baja posición, hacen al “cielo” de esta escena aún más lejano, ya que las salas tienen ahora más altura.
“La casa se torna un espacio protegido en el que aparecen estas fotografías como ventanas al exterior, y, entre ellas, pequeños espejos que inducen al espectador a verse reflejado”, afirma Marcos sobre la obra de Ivone, imágenes desteñidas como recuerdos de episodios antiguos, momentos ya desvanecidos.
Montaña de letras
“Ella viene trabajando desde hace mucho con la foto, y en este caso quiso hacer una instalación”, relata Marcos ya en otra sala, y acto seguido le da la palabra a Magdalena Audap Soubie: “La literatura es muy importante en la poética de mi obra, no me alcanza con la fotografía”, sostiene quien incluyó textos que están latentes en sus imágenes. “Como soy fotógrafa, trato de salirme del campo habitual, y eso me fue llevando a un lugar más personal”, explica. En esta sala, hay residuos (letras) para armar, y un texto de su amiga María José Aliaga.
Acosta entiende que es la destrucción de la fotografía la que interpela en esta obra: “Las fotografías caladas con un bisturí, a veces con cierta brutalidad, cobran una nueva dimensión”. La mesa contiene una montaña de letras que provienen de las propias fotografías de la artista. “Son partes de las frases que sobre esas fotos han aparecido y que se han transformado en huecos, espacios, hendi-
duras”, reflexiona Acosta.
Al llegar a la sala más grande se percibe la diversidad en un solo muro que reúne las partes del todo. Es una sala común que exhibe los procesos de trabajo de todos los participantes. Es la cocina del taller, el lugar donde todos conviven, sostienen los involucrados.
Geometría expandida
María Guirao propone una obra de gran potencia visual, que saca las formas del cuadro y las lleva a las paredes de la sala. La artista la llamó Diálogo porque al llegar se encontró con una pared roja que no podía pintarse de otro color. Como la consigna había sido tomar la casa, decidió dialogar con ese muro y lo que venía trabajando, una pintura que refiere al paso del tiempo y al desgaste de los colores. “Esta pared habla del presente, de lo renovado, tuve que expandirme e ir al borde de la escultura”, describe.
Para el curador, la obra de Guirao escapa del lienzo para transformarse en volúmenes casi escultóricos que penetran el espacio desde el plano de la pared para luego sumergirse nuevamente en la pintura.
Cartografías íntimas
“Soy bisnieto de inmigrantes que me contagiaron la capacidad de relatar”, dice a modo de presentación Ernesto Soteras, en la sala vecina. Su adolescencia y los hechos políticos del momento (la trágica década de 1970 en el país) son la esencia de una obra que relaciona dibujos que hizo en el bar con imágenes de espacios urbanos. En esa unión aparece el relato manuscrito. Ernesto también exhibe un video, donde se advierte la ansiedad del andar, algo interno que incomoda.
Marcos sugiere que el interés de esta obra es la relación de lo intimista y algo mas potente y contemporáneo como el video, dos lenguajes contrapuestos que aluden a “episodios de su experiencia personal, vital y ciertos problemas universales”. Para él, aquí puede leerse lo político en su comprensión más cabal.
La silla vacía
En la sala contigua, María Antonia de la Torre presenta In
memoriam, una instalación con pinturas que marca una diagonal en la que las obras toman el lugar de los vértices. Sólo las pinturas estaban en el comienzo de la propuesta. Artista y curador buscaban crear una situación, que finalmente quedó resuelta en un punto clave, una silla vacía que delata una ausencia.
“Cuando tuve que decidir tirar papeles de mi marido fallecido hace dos años, pensé que no podía desechar lo que él había guardado”, recuerda María Antonia. Entonces, decidió incluir en sus pinturas los escritos de su esposo, sellados para siempre detrás del barniz. La artista habla de recuperar el pasado en vez de producir una obra lacrimógena. “Hubo cosas que él hizo y que quedan para siempre, y en la obra se transmutan”, reflexiona María Antonia.
Frente a la reunión de pinturas, la silla es para Marcos, metáfora de tantas cosas, como invitar al recogimiento.
Una casa en el monte
Hay que atravesar telones negros para ingresar a la propuesta de Daniela Córdoba: toda la sala es una instalación, que el día de la apertura incluyó una performance con una casita de material transparente.
“Aquí el dibujo es esencia del pensamiento”, rescata Marcos mientras guía la visita. La artista trabajó rodeada de monte, lo que el paisaje le generaba.
Hay una ficción en la obra de Daniela, a pesar de su origen biográfico de una obra a la que la misma artista considera autorreflexiva. Quiso trabajar en la casita donde se crió, que ahora es un centro cultural. Por otra parte, los versos de Alfonsina Storni (“en el fondo del mar hay una casita de cristal”) la motivaron. “La casita de mis padres es mágica, y está rodeada de monte, hice los trabajos
in situ, con cera y ferrite, lo más básico”, comparte.
¿Por qué hay una luz que viene de detrás de los dibujos resplandeciendo en la oscuridad? Daniela quiso iluminar a la casita, ese espacio de núcleo y contención con los reflejos de las llamas de un incendio. En el horizonte de su idea están las “moradas del pasado”, de las que habla Gastón Bachelard.
Marcos propone una lectura: “El espacio pensado como construcción psicológica provoca un fluctuar entre opuestos: la fragilidad del cristal que contiene lo incontenible y el bosque como soporte del afuera. El carbón trazando huellas, montes, profundidades, y la luz tiñendo el soporte de nuestro propio cuerpo”.
la recorrida por “casa tomada” puede empezar en cualquier punto, ya que no hay un hilo conductor. marcos acosta, el curador de la muestra colectiva: “me interesa darle impulso a la diversidad”.