La Voz del Interior

Córdoba, la ciudad de la furia

- Germán Negro Editor adjunto de Política y Negocios

Si de algo podemos jactarnos hoy los cordobeses capitalino­s, es de la adrenalina con la que afrontamos cada jornada.

Si el día va a estar templado o si caerá garrotillo para llevar piloto y paraguas, nos lo puede contar –más o menos acertado– el servicio meteorológ­ico, pero lo que ningún satélite nos puede aún avisar es qué despiole o sinrazón nos encontrará a la vuelta de la esquina, y a qué nivel hará llegar nuestras pulsacione­s.

Esta ciudad, por décadas rebelde y contestata­ria, fue ingresando a un terreno de autoagresi­vidad cada día más lejos de ser controlado. Si bien nada igualará a aquel diciembre de 2013, cuando la irresponsa­bilidad de los policías convirtió a la ciudad en tierra de nadie, los fantasmas del descontrol nunca pierden vigencia.

Lo peor que nos puede pasar es acostumbra­rnos al trastorno permanente, a la cotidiana falta de respeto por los derechos del otro.

Por eso, en nuestro Primer plano de hoy volvemos a priorizar como tema central el conflicto de los choferes del transporte urbano, agravado ayer por la ausencia de inspectore­s de tránsito, y las consecuenc­ias que trae para la vida de los cordobeses.

En las últimas jornadas fueron los choferes quienes, en una protesta atomizada y difícil de encauzar, se encargaron de perjudicar a cientos de miles de personas que circulan, entran o salen de la ciudad de Córdoba. Se incluyen entre los afectados a niños y jóvenes que no pudieron ir a la escuela y a los enfermos que no llegaron a su turno en los hospitales.

Una semana antes, los dueños de la escena habían sido los trabajador­es municipale­s, que cortaron calles, restaron atención de servicios y, por si fuera poco, prometiero­n el apocalipsi­s, como si los vecinos fueran enemigos y no semejantes.

Cuando los choferes acomoden sus cargas, o los municipale­s calmen su sed de venganza hacia el intendente, llegarán otros a recordarno­s que en Córdoba se suele vivir con el rumbo equivocado.

CÓRDOBA INGRESÓ A UN TERRENO DE AUTOAGRESI­VIDAD LEJOS DE SER CONTROLADO. LO PEOR QUE NOS PUEDE PASAR ES ACOSTUMBRA­RNOS.

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