Día del Periodista
¡Terrible tiempo, el presente, para quienes ejercen la labor periodística en Argentina! Porque la verdad informativa tan ansiada y esperada por el pueblo que intenta vivir comprometido y responsablemente se opone muchas veces la mentira que obstaculiza los buenos propósitos que distinguen a los actores principales de nuestro destino como nación.
Sumado a esto, se encuentra la opinión muchas veces irresponsable, desmesurada, falsa e insolente de cierta gente, en los espacios que para ello ofrecen libremente los medios.
Ante tamaña confusión, emerge el periodista como árbitro de las contiendas, con el deber, el arrojo y la hidalguía de señalar dónde comienza y dónde termina la verdad y la mentira, poniéndole a su arbitraje nombre y apellido y dirección de contacto para quienes quieran expresarle su conformidad o desacuerdo con lo que él dictamina.
Si bien “nadie es dueño de la verdad”, como comúnmente expresa la gente, por lo general, el hombre o la mujer que informa lo hace sobre la base de los hechos y del análisis exhaustivo de dichos sucesos, movido por la convicción de sacar a luz su verdad, con indiscutible buena intención de fondo.
Quien no actúa de esta manera deja traslucir su elección por la mentira, por el fraude y por la patraña, que tienen espurio precio, pero, ante la vista de quienes advierten y saben cómo deben ser las cosas, su mal accionar cae por su propio peso.
En el Día del Periodista, quiero dejarles mi más sincero saludo a estos trabajadores que, a costa del riesgo que su actividad implica, optan por dar a conocer la verdad de los hechos que a diario vivimos los argentinos.