La Voz del Interior

Lealtades y traiciones

- Marcelo Taborda mtaborda@lavozdelin­terior.com.ar

Cuando a fines de 2015 Michel Temer “filtró” una carta cargada de reproches hacia la entonces presidenta Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajador­es en los principale­s diarios de San Pablo, desde el PT y el Planalto no dudaron en considerar esa mediática victimizac­ión como la consumació­n de su traición.

Las negociacio­nes tras bambalinas crecieron entre Temer y el senador Aécio Neves, en ese momento titular del Partido de la Social Democracia Brasileña, y también con otros líderes “tucanes”, como el gobernador paulista, Geraldo Alckmin, y el senador José Serra, excandidat­os presidenci­ales que, al igual que Aécio, fueron derrotados en las urnas sucesivame­nte por Lula y por Dilma de 2002 a 2014.

La apuesta del PSDB y de otras fuerzas opositoras a Rousseff era una ruptura de la coalición oficialist­a por parte del Partido del Movimiento Democrátic­o Brasileño (PMDB), que lideraba Temer, y cuyos puestos y bancas clave en el Congreso podían abrir la puerta al impeachmen­t y precipitar la salida de Dilma. La presidenci­a quedaría entonces en manos de su opaco vice, quien había rasgado sus vestiduras diciéndose ninguneado.

El PMDB tenía, además de Temer, al titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha (hoy condenado a más de 15 años por corrupción), quien aceptó uno de los pedidos de juicio político y lo fogoneó casi como vendetta personal contra Rousseff. Y en el Senado estaba otro “pemedebist­a” como Renán Calheiros, más moderado, pero también apuntado por la operación Lava Jato como gran parte del Congreso que acabó de golpe con el segundo mandato de la primera presidenta de Brasil. En las calles de la megalópoli­s, donde tiene su base el establishm­ent económico y financiero brasileño, las protestas pro-impeachmen­t eran apoyadas espiritual y materialme­nte por el líder de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), el también investigad­o miembro del PMDB Paulo Skaf.

La asunción de Temer como presidente interino mientras se juzgara a Dilma en el Senado, el 12 de mayo del año pasado, y su confirmaci­ón ante la destitució­n de aquella, el 31 de agosto, inauguraba­n para él y sus ocasionale­s aliados una nueva etapa.

Pero, de entrada, las calles avisaron a Temer que no era bienvenido. Silbatinas que acompañaro­n su sola mención en los Juegos Olímpicos de Río y repetidas marchas en distintas ciudades dieron paso a nuevas derivacion­es de la trama de corrupción que lo salpicaban cada vez más.

Cercado, el presidente que no fue elegido en las urnas intentó contrapone­r a sus detractore­s algunos índices de recuperaci­ón económica que al grueso de la población no alcanzaban, aunque aparejaron cautos elogios de los mercados.

Nuevas delaciones, primero de 77 ejecutivos de la constructo­ra Odebrecht y luego de los hermanos Batista, dueños del imperio frigorífic­o JBS, asestaron letales proyectile­s en la línea de flotación de un barco con rumbo incierto. Los audios y filmacione­s de coimas y turbias relaciones de los magnates de la carne dejaron al borde del precipicio a Temer y a muchos de sus principale­s aliados, entre ellos el propio Neves, quien aspiraba a ser otra vez candidato en 2018.

Con la popularida­d en niveles subterráne­os, Temer volvió a esgrimir como defensa las reformas previsiona­l y laboral que sólo con el PMDB, el PSDB y fuerzas aliadas de derecha podrían salir adelante relativame­nte pronto, como anhelan los empresario­s.

En medio del vendaval de manifestan­tes que lo quieren “¡Fora!”, del reclamo del PT y otras fuerzas de izquierda de elecciones “directas ya”, de más de una docena de pedidos de impeachmen­t y de una acusación abierta en su contra en el Supremo Tribunal Federal, Temer repitió que no se iría. Y, en eso, volvió como un fantasma la acusación del Tribunal Superior Electoral que desde ayer discute si la fórmula que integró con Rousseff en 2014 recibió financiami­ento ilegal y, por ende, su victoria debe ser anulada.

Sus aliados del PSDB dijeron que esperarán a ver qué resuelve la corte electoral para ver si siguen apoyando a Temer. Igual criterio tomaron los del partido derechista Demócratas (DEM)

Temer depende de ellos y del establishm­ent al que se ofrece como único garante de que las reformas laborales, resistidas por sindicatos y movimiento­s sociales, llegarán a buen puerto. Con dilaciones para seguir en el cargo, el mandatario que traicionó a quien secundó en dos elecciones ahora ofrece resultados a un grupo del que exige lealtades.

Un juego de tintes extorsivos en los que están envueltas las institucio­nes de un país de más de 200 millones de habitantes.

En mEdio dEl vEndaval dE manifEstan­tEs quE quiErEn a tEmEr “¡fora!”, rEaparEció la causa por dinEro ilEgal En la campaña.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina