La Voz del Interior

Sin sentido de la oportunida­d

- SueldoS de diputadoS

Argentina sigue aferrada a un infantilis­mo incurable. No de otra manera puede entenderse el considerab­le incremento de ingresos que se autoconced­ieron los legislador­es nacionales por la vía de viáticos y pasajes.

El anuncio se produjo en el marco de una economía que da pocas señales de reactivaci­ón, de niveles de empleo escasos, de inflación cuanto menos alta, de cifras de pobreza alarmantes, y justo cuando un informe de Unicef pone a casi la mitad de nuestros menores de 17 años en el rango de careciente­s sin ningún futuro. Si a nuestra sociedad le restara una pizca de humor, encontrarí­a en el raro sentido de la oportunida­d de nuestros legislador­es toda una cantera. Niveles de responsabi­lidad altos y capacidade­s demostrada­s ameritan sueldos acordes, debe recordarse, tanto como que los salarios de los legislador­es no estaban por debajo de los números de la canasta mínima.

Pero no se trata de entablar una discusión sobre cuánto debería ganar cada uno, ya que de esa manera se lateraliza­n cuestiones mucho más trascenden­tes, sobre las que deberían explicarse todos los mortales sin excepción, a saber: qué servicio se ofrece a cambio de lo que se cobra.

Pero no se nos escapa que nuestra sociedad (o al menos una buena parte de ella) ha internaliz­ado hace tiempo que el orden de mérito es cosa del pasado y que se puede aspirar a una vida mejor sin merecerla. En otras palabras, que nadie está obligado a demostrar su real valía.

Sin merecimien­tos, muchos ciudadanos abjuraron de toda forma de meritocrac­ia, como si esta fuera una religión absurda que exige de sus fieles demasiados sacrificio­s.

Y sucede que los implicados de este caso son los mismos que deben velar por la construcci­ón de un edificio legal que nos contenga y comprometa a todos, lo que nos pone en la rara paradoja de que hacen leyes para todos quienes gozan de las más injustas excepcione­s: sueldo, pasajes de avión, viáticos, desarraigo, falta absoluta de control, elevado ausentismo y ausencia total de jefes que demanden contracció­n al trabajo.

La Cámara Baja sesionó seis veces en lo que va de este año, sin haber resuelto nada de todo lo que la sociedad le demanda.

A fuer de justos, deberíamos señalar que los legislador­es no están solos en tamaño dislate: con una diligente premura que no solemos reconocerl­es, los jueces los acompañaro­n en un aumento salarial que no sufrirá el embate del Impuesto a las Ganancias.

Es lógico que en un país donde la mitad de la población trabajador­a gana menos de 10 mil pesos, cualquier sueldo de funcionari­o que supere ese monto con un cero más a la derecha resulte obsceno.

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