Un Día de la Marmota en Córdoba
GOBERNANTES, LEGISLADORES Y POLÍTICOS BUSCAN APAGAR LOS INCENDIOS, SIEMPRE QUE ESO NO IMPLIQUE EL RIESGO DE SALIR QUEMADOS.
En la ciudad de Córdoba, el Día de la Marmota también es siempre igual al anterior, como en la película. La mañana comienza con los empleados del servicio de recolección de basura en conflicto porque una nueva empresa sustituye a la que quebró, y ellos, aunque nadie los echa ni nada, exigen cobrar una indemnización que deben pagar los vecinos.
Al mediodía aparece el sindicato de municipales, con Rubén Daniele a la cabeza. Hay paros disfrazados de asambleas porque “faltan materiales de trabajo”, cosa que obviamente el municipio no puede comprar porque acaba de gastarse todo el presupuesto en los salarios que estaba exigiendo el mismo gremio y que, así, llegaron a casi triplicar el promedio de lo que cobran los vecinos. Nadie sabe para qué se les paga tanto.
A la tarde, salta el Sindicato de Luz y Fuerza, que protesta porque dice tener derecho a acomodar en Epec a 300 familiares más, para un plantel que en 13 años creció 74 por ciento y que está en la base de las facturas impagables de la electricidad. Dueños de hecho de la empresa, los empleados destinan a sí mismos casi todos los ingresos. Pero los déficits los absorben los contribuyentes porque, en los papeles, Epec es “estatal”.
Al anochecer, empieza el rock de la UTA, que puede obedecer a distintas razones. Una muy común es que los choferes están de paro porque exigen el derecho divino a recibir aumentos que son siempre 55 por ciento mayores a los de los choferes nacionales.
Gobernantes, legisladores y políticos buscan apagar los incendios, siempre que eso no implique el riesgo de salir quemados.
A la noche, nos vamos todos a dormir. Y a la mañana renacemos en las mismas ruinas circulares.
En La Voz pensamos que estaría bueno cambiar. Por eso dedicamos el Primer plano de hoy a ampliar y a profundizar la cobertura del conflicto del transporte. Para incentivar a idear y a ejecutar políticas públicas de fondo, a largo plazo, para dejar de sentirnos, alguna vez, tan marmotas.