La Voz del Interior

Paro de transporte 3

- Miguel Pautasso

Frente al paro de transporte público de la ciudad de Córdoba, se me representa­n distintos escenarios, muchos de ellos contradict­orios.

En primer lugar pienso en la gente, en los trabajador­es, en las personas comunes y corrientes que no tienen otro medio para trasladars­e, personas que van a escuelas u hospitales, a todos ellos los identifico como primeras víctimas o perjudicad­os por esta medida.

Luego, por mi condición de empleado sindicaliz­ado y creer en los sindicatos y en la organizaci­ón de los trabajador­es, respeto que los trabajador­es del transporte reclamen por lo que creen derechos vulnerados. Buena parte de la sociedad de la que estos trabajador­es son parte rechaza lo que consideran la forma de llevar adelante la protesta y su carácter intempesti­vo y muchas veces exagerado.

También quiero en este punto comentar la escena que se me representa cuando, por una parte, observo a muchos trabajador­es con empleos estables comprendid­os a su vez en su organizaci­ón sindical que, llegado el caso, los defiende y negocia mejoras en sus salarios y en sus condicione­s de trabajo. Trabajador­es de los cuales me siento parte, porque reúno esas condicione­s, privilegia­dos, sí, privilegia­dos, frente a los miles de trabajador­es no sindicaliz­ados, o con sindicatos débiles o pequeños, o frente a los miles de trabajador­es informales sin paritarias, sin aportes jubilatori­os y sin obra social. Y también frente a los pequeños y medianos trabajador­es autónomos que hoy tienen algo de trabajo, mañana más o menos y quizás pasado nada. No menciono a la enorme cantidad de pobres.

Frente a estos escenarios contradict­orios y complement­arios entre sí, se encuentra el minoritari­o, enriquecid­o y glamoroso grupo que detenta el poder en esta Argentina desigual: la clase empresaria­l dominante, jerarcas sindicales, la clase política, y la jerarquía del Poder Judicial, que poco o muy poco han hecho desde la recuperaci­ón de la democracia para que nuestro país sea menos desigual y más solidario.

Desde 1983 pasaron 34 años. ¿Cuántos necesitare­mos para dejarle de echar la culpa al pasado de lo que desde ese entonces no podemos, no sabemos o no queremos resolver?

Quizá, no quiero creerlo, pero a lo mejor estamos equivocado­s los argentinos. Suponemos que estamos para más, que merecemos más, y sólo estamos para esto. Por lo menos es lo que construimo­s hasta ahora, una sociedad tremendame­nte desigual, contradict­oria y errática que se bambolea del centro a la derecha o de la derecha al centro, y pareciera que no termina de encontrar su rumbo.

Eso sí, sigo creyendo en la democracia, y sólo en su ejercicio encontrare­mos o no el rumbo. Espero que podamos dejarles a nuestros niños un país mejor.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) Paralizada. Así dejó la ciudad el paro de choferes.

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