Paro de transporte 3
Frente al paro de transporte público de la ciudad de Córdoba, se me representan distintos escenarios, muchos de ellos contradictorios.
En primer lugar pienso en la gente, en los trabajadores, en las personas comunes y corrientes que no tienen otro medio para trasladarse, personas que van a escuelas u hospitales, a todos ellos los identifico como primeras víctimas o perjudicados por esta medida.
Luego, por mi condición de empleado sindicalizado y creer en los sindicatos y en la organización de los trabajadores, respeto que los trabajadores del transporte reclamen por lo que creen derechos vulnerados. Buena parte de la sociedad de la que estos trabajadores son parte rechaza lo que consideran la forma de llevar adelante la protesta y su carácter intempestivo y muchas veces exagerado.
También quiero en este punto comentar la escena que se me representa cuando, por una parte, observo a muchos trabajadores con empleos estables comprendidos a su vez en su organización sindical que, llegado el caso, los defiende y negocia mejoras en sus salarios y en sus condiciones de trabajo. Trabajadores de los cuales me siento parte, porque reúno esas condiciones, privilegiados, sí, privilegiados, frente a los miles de trabajadores no sindicalizados, o con sindicatos débiles o pequeños, o frente a los miles de trabajadores informales sin paritarias, sin aportes jubilatorios y sin obra social. Y también frente a los pequeños y medianos trabajadores autónomos que hoy tienen algo de trabajo, mañana más o menos y quizás pasado nada. No menciono a la enorme cantidad de pobres.
Frente a estos escenarios contradictorios y complementarios entre sí, se encuentra el minoritario, enriquecido y glamoroso grupo que detenta el poder en esta Argentina desigual: la clase empresarial dominante, jerarcas sindicales, la clase política, y la jerarquía del Poder Judicial, que poco o muy poco han hecho desde la recuperación de la democracia para que nuestro país sea menos desigual y más solidario.
Desde 1983 pasaron 34 años. ¿Cuántos necesitaremos para dejarle de echar la culpa al pasado de lo que desde ese entonces no podemos, no sabemos o no queremos resolver?
Quizá, no quiero creerlo, pero a lo mejor estamos equivocados los argentinos. Suponemos que estamos para más, que merecemos más, y sólo estamos para esto. Por lo menos es lo que construimos hasta ahora, una sociedad tremendamente desigual, contradictoria y errática que se bambolea del centro a la derecha o de la derecha al centro, y pareciera que no termina de encontrar su rumbo.
Eso sí, sigo creyendo en la democracia, y sólo en su ejercicio encontraremos o no el rumbo. Espero que podamos dejarles a nuestros niños un país mejor.