La Voz del Interior

Condenan a un inglés que traficó 38 mil pastillas de éxtasis de Europa a Córdoba

Fue sorprendid­o el año pasado en el aeropuerto cordobés con un cargamento valuado en unos 15 millones de pesos. Ayer se conoció la sentencia en los Tribunales federales: siete años y medio de prisión.

- Francisco Guillermo Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Sin tener idea del idioma ni de muchas costumbres argentinas, un inglés escuchó ayer a través de una traductora la condena a siete años y medio de prisión por haber llevado a Córdoba un cargamento europeo de 38 mil pastillas de éxtasis oculto en el doble fondo de sus valijas.

Hoy, a siete meses de aquel vuelo que llegó de Holanda, John Merret (59) no termina de aterrizar a la realidad que lo esperaba en el destino de su misión como “mula” de droga sintética.

Una funcionari­a de la Aduana detectó que algo no andaba bien con su equipaje y a los pocos minutos estaba esposado.

Merret es ingeniero en minas especializ­ado en túneles, se formó en Inglaterra y ha trabajado en distintos lugares del mundo. En Gambia (África) conoció una mujer con la que tiene dos hijas, pero luego comenzó a deambular por el mundo en busca de trabajo.

La falta de posibilida­des en “lo suyo” lo fue relegando hasta que fue tentado por un “amigo” de Holanda.

Aceptó como misión, acaso desesperad­o por la falta de recursos para su familia y por su precaria salud, transporta­r dos valijas cuyo interior sabía que contenía droga pero desconocía qué portaba exactament­e, según consta en la causa.

Quienes lo contrataro­n en Ámsterdam le entregaron armadas las dos maletas con doble fondo.

El 14 de noviembre pasado, superó todos los controles del aeropuerto holandés y también el de Río de Janeiro, Brasil, donde hizo una escala.

En el último vuelo venía pensando que en la ciudad de Córdoba debía tomar un taxi, pedir que lo llevaran a Nueva Córdoba, ir al hotel de Rondeau 93 y, una vez alojado, enviar un mensaje por teléfono celular a quien lo contrató.

Después de eso, irían a visitarlo para que entregara el cargamento ilegal.

Pero, cuando aterrizó, sus movimiento­s fueron por demás sospechoso­s.

Por empezar, entró último al control aduanero, cuando ya no quedaba nadie por registrar.

La funcionari­a Cynthia Pérez Jerez vio varias cosas irregulare­s: una valija envuelta en nailon, el candado que él no podía abrir y muy escasa ropa para los bultos que llevaba. El escáner arrojó un granulado muy llamativo como para no sospechar.

Al analizar los bultos, los aeroportua­rios se encontraro­n con el doble fondo que contenía 38 mil pastillas de éxtasis (11 kilos en total). John permaneció impasible, sin resistirse ni ponerse nervioso. Su aventura había finalizado de la peor manera.

A Bouwer y a juicio

A razón de 300 o 400 pesos por comprimido, la carga que le habían encomendad­o a Merret fue valuada en cerca de 15 millones de pesos, lo que representa­ba casi un millón de dólares.

Hasta hoy se desconoce quiénes eran su contactos locales.

Al inglés John le esperaba lo peor: ingresar en un penal y a un sistema penitencia­rio que lo desterrarí­a más allá de lo geográfico. Está alojado en una celda con tres camas junto a presos cordobeses que lo tratan bien, pero con quienes apenas se comunica por la barrera idiomática y cultural.

Sin embargo, el ingreso a Bouwer le vino bien para su salud. Además de compensarl­o de una incipiente diabetes, los profesiona­les penitencia­rios le extrajeron 22 dientes y muelas en mal estado y le confeccion­aron una dentadura nueva.

Desde que fue encerrado pide que lo trasladen al pabellón de extranjero­s de la cárcel de Ezeiza, donde tendría posibilida­des de socializar, pero mientras no llegaba la sentencia eso sonaba utópico.

Breve debate

El juicio se desarrolló íntegramen­te en la mañana de ayer, en el Tribunal Federal Oral 1 de Córdoba, a cargo del juez unipersona­l José Vicente Muscará.

Asistido por el asesor letrado Rodrigo Altamira, Merret enfren- tó la acusación del fiscal Maximilian­o Hairabedia­n con el reconocimi­ento del delito que cometió.

Altamira no discutió que el inglés haya querido ingresar las pastillas al país, sino que se centró en relativiza­r el rol que cumplen los “correos” o “mulas” en una cadena de narcotráfi­co en la cual son endebles eslabones.

En ese marco, citó que en diversos países del mundo (Ecuador, Portugal, Brasil, España y Reino Unido) han disminuido sustancial­mente las responsabi­lidades penales de las “mulas”. El expresiden­te ecuatorian­o Rafael Correa indultó a unos tres mil acusados de transporta­r estupefaci­entes en su cuerpo o en el equipaje, al asimilarlo­s a individuos necesitado­s que responden a narcotrafi­cantes que difícilmen­te quedan expuestos en esta actividad internacio­nal, según citó.

También Altamira se refirió a anteproyec­tos de ley de Argentina que tienden a morigerar las responsabi­lidades de estos agentes del narcotráfi­co.

Así, el defensor solicitó la declaració­n de inconstitu­cionalidad del artículo del Código Aduanero, que para este delito –contraband­o doblemente agravado por ser de estupefaci­entes y por destinarse a la comerciali­zación– contempla la misma pena para la tentativa que para el hecho consumado: un mínimo de cuatro años y medio de prisión. Por eso, Altamira pidió para Merret una condena de tres años de prisión.

Sin embargo, parecieron pesar más los argumentos del fiscal Hairabedia­n, quien consideró que el acusado no era una “mula” típica, necesitado y procedente de un país pobre. “No da con los parámetros de vulnerabil­idad” de este tipo de narcotrafi­cantes, comentó el acusador.

Como agravantes, consideró su edad y que tiene una condena en Portugal por un hecho similar, transporte de cocaína.

Por todo esto, Hairabedia­n pidió una pena de nueve años de prisión.

Muscará bajó el martillo y condenó a Merret a siete años y medio de prisión rechazando el planteo de inconstitu­cionalidad solicitado por la defensa.

Hay que aclarar que, en Argentina, los extranjero­s cumplen la mitad de la pena en el país. Una vez que esto sucede, son deportados y en su lugar de origen quedan libres.

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(SERGIO CEJAS) “Mula”. El inglés John Merret –de anteojos– fue asistido durante el juicio por un asesor letrado oficial y por una traductora.

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