Las cartas de nuestros lectores
La Argentina que merecemos
El Día de la Bandera recuerda la muerte de nuestro prócer Manuel Belgrano, ejemplo de patriotismo y honestidad, que debería ser un modelo para todos.
Belgrano era un hombre de posición económica acomodada; de abogado se hizo militar para luchar contra los españoles.
Murió el 20 de junio de 1820, muy pobre, y le pagó a su médico con su reloj de oro.
Un siglo después, en 1920, Argentina era el granero del mundo, estaba entre los primeros 10 países del planeta. Pero luego tuvimos gobernantes ineptos y deshonestos. Y, por ese motivo, hoy Argentina está dentro de los países que más decrecieron.
En los últimos años, tanto a la mayoría de nuestros dirigentes como a la sociedad toda sólo les interesa engordar sus bolsillos a costa de los más pobres, que hoy llegan al 30% de la población (entre ellos el 50% de niños y adolescentes pobres y con poca educomunidades cación. ¿Qué futuro les espera?).
Si no rescatamos los principios que regían la conducta de héroes como Belgrano, no volveremos a ser la Argentina que merecemos.
Despidos luego del paro de transporte
El 5 de agosto de 1981, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, dejó cesantes a más de 11 mil controladores que habían ignorado sus órdenes de levantar el paro.
Además, la Justicia de Estados Unidos aplicó sanciones contra el sindicato de los controladores aéreos. La Casa Blanca impuso una prohibición permanente para volver a contratar a los controladores en rebeldía.
El presidente Bill Clinton anuló la orden que prohibía volver a contratar a alguno de esos controladores despedidos por la huelga (menos del 10 por ciento fue reincorporado).
Más cerca en el tiempo, Francia e Italia atravesaron por una situación similar a la de Estados Unidos. En ambos casos, no se produjeron despidos, pero sí se prestaron servicios mínimos.
Los que emergen no son necesariamente “tarados”. Hay dos clases distintas de an arco socia listas: los“buenos ”, que están dispuestos a vivir en paz con las anarcocapitalistas, y los “malos”, que no lo están, como decía Gene Callahan.
El delito
Respecto al delito, Émile Durkheim, sociólogo francés fallecido hace 100 años, entre otras cosas, decía: “Para que en una sociedad dada los actos calificados de criminales pudiesen dejar de ser cometidos, haría falta que los sentimientos que ellos hieren se encontrasen en todas las conciencias individuales sin excepción y con el grado de fuerza necesario para dominar los sentimientos contrarios”.
Un ejemplo de esto sería el siguiente: si a mí me roban, el robo me hiere el sentimiento de justicia que me otorga el derecho y sufro porque pierdo mis bienes y me siento inseguro. Pero si le roban a otro y a mí no me interesa, con mi indiferencia favorezco a la injusticia, que es el sentimiento contrario al que a ambos nos conviene.
Por extraño que pueda parecer, en nuestro país hay una enorme cantidad de gente que se queja por los robos, pero les guiña el ojo a los ladrones.
Otro ejemplo: si la Justicia dice que detendrá a Cristina Fernández y a la totalidad de sus cómplices, porque durante su mandato robaron más que todos los gobiernos de nuestra historia, sorprendentemente aparecen miles de defensores en los medios, en la calle, en las mesas de café y hasta en las reuniones familiares dispuestos a dar la vida por la libertad de los cabecillas de tantos robos.
Es paradójico que estos son los mismos que se quejan cuando unos pibes, pobres e ignorantes, los apremian a ellos o a sus hijos y les quitan sus pertenencias. Y piden para estos penas más severas, cuando no sé quiénes merecen más poblar las cárceles, si los exfuncionarios del kirchnerismo o los ladronzuelos de la calle.
Creo que para administrar justicia en ambos casos, Durkheim usaría la vara de la diferencia entre lo que es una simple falta moral y lo que merece la categoría de delito. Y de acuerdo con la gravedad de los daños cometidos, aplicaría la pena que siempre sería proporcional al delito.
Sin dudas, si no hay unión y un mismo sentimiento en el pueblo, como lo sugiere el mencionado filósofo, la Justicia seguirá sin aparecer, los que roban continuarán robando, nosotros seguiremos rezongando, y todo lo que se siga diciendo o exponiendo será en vano.